Estamos iniciando un nuevo año y con estupor podemos apreciar que la pesadilla que vivimos en el 2020 aún no termina, por el contrario, el 2021 amenaza con seguir mostrándonos escenas de dolor por la pérdida de familiares y amigos en su lucha contra la pandemia.
Por un lado, estamos siendo testigos de los mismos problemas que nos aquejaron durante la primera ola: servicios de cuidados intensivos colapsados, escasez de oxígeno y rápido crecimiento del número de contagiados. Por otro lado, se observa una mayor efervescencia de la gente: el tráfico en las ciudades ha vuelto a ser caótico y los emporios comerciales como Gamarra o Mesa Redonda se ven abarrotados, tanto de comerciantes, trabajadores y compradores.
Es aquí donde apreciamos que muchas personas parecieran no temer a contagiarse, como si creyeran que en su caso el virus no va a traer consecuencias serias para su salud o que simplemente la necesidad de seguir con su vida normal es mayor que todo instinto de cuidado personal. Si bien cada individuo tuene una realidad diferente al enfrentar sus propios problemas y necesidades, lo que llama la atención es que no se respete las mínimas medidas de cuidado, como el uso de la mascarilla o el distanciamiento social.
¿Qué actitud debemos tomar ante la pandemia?
Mas allá del panorama político incierto, de la crisis económica que vivimos o de lo que ocurre en el mundo, cada uno de nosotros tiene que aprender a convivir con el virus de la mejor manera posible porque lo vamos a tener por lo menos un año más en el mejor de los casos. Eso implica tener una capacidad de resiliencia que nos permita recuperarnos del dolor, la depresión y el temor que nos puede producir.
Debemos empezar a ver esta lucha con la COVID-19 como una pelea cuerpo a cuerpo y de trincheras, donde somos responsables de sobrevivir sobreponiéndonos a la adversidad. Cuando el enemigo esta frente a nosotros, mirándonos a los ojos, solo nos queda ir adelante con las armas que tengamos. Si el miedo de la situación logra paralizarnos, el enemigo tomará la iniciativa y seremos vencidos sin duda.
Es importante tratar de cuidarnos a nosotros y a los nuestros, tomando medidas preventivas que son nuestras principales armas, anteponiendo la seguridad siempre. Debemos pensar que la diferencia entre contagiarse y no contagiarse en esa esfera personal depende en gran medida solamente de nosotros, se trata de nuestra responsabilidad, aunque a veces existan circunstancias externas que pudieran afectarnos.
A estas alturas donde nuestro país está aún retrasado en el inicio de una vacunación masiva de la población y donde las nuevas variantes de este temible virus parecieran haber llegado, es vital el esfuerzo individual para así tratar de evitar las consecuencias de un contagio. Este panorama sombrío no va a cambiar en un corto plazo, por el contrario, es probable que se torne aún más desalentador.
Como dice Vivian Greene, la vida no se trata de esperar que pase la tormenta. Se trata de aprender a bailar bajo la lluvia.
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