“Se trata entonces de mejorar la política pública tomando en consideración los aportes que pueda hacer el mundo académico, el mundo de la ciencia y de los que investigan e innovan en los laboratorios y centros de investigación”.
Cristian Parker Gumucio, Universidad de Santiago de Chile
Actualmente estamos imbuidos en la coyuntura postelectoral y en medio de denuncias provenientes de los diferentes actores políticos. Esta situación lamentablemente viene consumiendo tiempo valioso y una atención prioritaria que debería estar orientada a resolver los grandes problemas estructurales que tiene el país, por lo que es vital que el Jurado Nacional de Elecciones dé pronto el resultado definitivo de los últimos comicios.
Una vez que tengamos definido quién será nuestro próximo gobernante, lo imperioso será saber quiénes conformarán el gabinete ministerial y los cuadros de funcionarios públicos que se pondrán al frente de las instituciones del Estado para atender las innumerables demandas sociales y económicas que existen en el país. Es aquí donde es importante reparar que los funcionarios públicos suelen estar abocados en solucionar problemas de corto plazo y no tienen la posibilidad de reflexionar sobre los retos del largo plazo, donde se necesita de una aproximación desapasionada y desideologizada, basada en la evidencia científica a la que se puede sumar el análisis de los casos de éxito de otros países, para la elaboración de eficientes políticas públicas.
Considerando esta problemática, la Academia debería ser el lugar por excelencia donde se aborden estas discusiones y de esta forma se pueda contribuir al desarrollo del país, porque cuenta con los recursos materiales e intelectuales para esta labor.
Para lograr un rol más activo de la Academia en la elaboración de políticas públicas se requiere de mayores incentivos desde el Estado para que profesores, alumnos e investigadores decidan orientar sus esfuerzos intelectuales a la búsqueda de soluciones para los principales problemas del país. Por ejemplo, desde los ministerios se podría patrocinar tesis de investigación que puedan plantear soluciones para hacer más eficientes sus procesos, por citar un caso.
Por otro lado, también deberían ser promovidos en el país los “think tanks” (tanques de pensamiento), donde se incentive la participación de intelectuales de diferentes especialidades a través de artículos, informes, estudios, etc. En los Estados Unidos, donde nacieron, así como en Europa y Asia, muchos de los principales think tanks estás afiliados o asociados a universidades. Por ejemplo, tenemos el Center for International Development, que es un think tank que forma parte de la famosa Harvard Kennedy School, referente mundial en la formación de expertos en políticas públicas.
Finalmente, no debemos olvidarnos de la necesidad de incorporar de alguna forma el punto de vista de los ciudadanos en estas discusiones sobre las políticas públicas, para poder lograr que las soluciones propuestas tengan una aproximación real y cercana a quienes deberían ser en última instancia los principales beneficiados. El reto está planteado y esperamos que nuestras principales universidades decidan aceptarlo, para beneficio de nuestro país y también para la búsqueda de su viabilidad a futuro a puertas de nuestro bicentenario.
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