“La clave de la decisión de voto está en el
cerebro humano. Todo lo demás importa (variables demográficas,
identidades partidarias, temas de agenda, comunicación electoral, aspectos
racionales y emocionales...), pero todo pasa por el tamiz de la mente
humana”.
Daniel Eskibel, psicólogo y consultor político.
En la coyuntura política actual existe un sector de analistas, periodistas y ciudadanos que hacen un llamado a un “voto pensado”, donde se haga un análisis costo-beneficio de las consecuencias de nuestra elección. Además, se considera que hay un supuesto hipotético de un electorado con acceso a información completa y no sesgada. En ese sentido, se busca orientar el debate únicamente hacia la parte técnica de las propuestas de los candidatos y motivar una discusión a nivel de los planes de gobierno y equipos técnicos para destacar las bondades de una propuesta o la debilidad de otra.
Este “voto pensado” también se puede relacionar a un “voto racional”, sin embargo, recientes estudios sugieren que un votante no toma su decisión de manera puramente racional, sino por el contrario, que son otros factores, más de índole emocional, como valores, creencias e incluso sesgos los que van a determinar su voto en última instancia. Obras como El Mito del Votante Racional: Por qué las Democracias Escogen Malas Políticas de Bryan Caplan y The Irrational Mind: How To Fight Back Against The Hidden Forces That Affect Decision Making de Spencer J. Fraseur exponen estas ideas.
Por otro lado, en un mundo dominado por las redes sociales, las personas que van a ejercer una decisión de voto tienen acceso a mucha información, pero la paradoja es que, así como tienen esa ventaja también están expuestas a una gran cantidad de contenido falso o sesgado que trata de condicionar su elección.
Estos espacios también funcionan como amplificadores de posiciones tomadas por un grupo de personas que se convierten en una pequeña o gran tribu por sus simpatías políticas, donde las personas comparten en esos grupos sus pareceres, reforzando sus preferencias y generando también muchas veces un agresivo ataque a la posición contraria. Entonces, las redes sociales están lejos de ser un escenario que promueve un debate de ideas y, por el contrario, se asemejan más a un campo de batalla donde las posiciones contrarias se atacan con reacciones más viscerales que racionales.
Es interesante ver también cómo el humor se ha convertido en una forma eficiente de transmitir simpatías políticas y de desacreditar al oponente. Los memes cada vez son más originales y tienen la propiedad de viralizarse rápidamente. El humor político también está muy cerca de esas simpatías emocionales que te divierten y apelan a conectar con esas creencias profundas del votante.
Por ello, es importante reconocer que existen muchos factores subjetivos relacionados a valores y creencias que juegan un rol determinante en la mente de las personas al momento de decidir su voto. Los agentes políticos que logren conectar con esos elementos más irracionales sin duda tendrán mejores opciones en una contienda política como la que estamos viviendo en el país en la actualidad.
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