El Perú ha más que duplicado el tamaño de su economía en los últimos quince años, y lo ha logrado gracias a un modelo económico que fue implementado a principios de la última década del siglo XX por el gobierno de Alberto Fujimori, modelo que podríamos denominar de “estabilidad macroeconómica y crecimiento hacia afuera”, o simplemente “modelo económico ortodoxo”, que se ha mantenido a lo largo de los últimos 29 años, durante ocho gobiernos, y que se fundamenta en el llamado consenso de Washington; aunque el modelo se ha visto mediatizado y obstaculizado por diversos factores en los últimos años.
El modelo ortodoxo reemplazó al fracasado modelo intervencionista que estableció el gobierno militar del general Juan Velasco en la década de los 60 del siglo pasado, y que fue en gran medida mantenido por el segundo gobierno de Fernando Belaunde y el catastrófico primer gobierno de Alan García, que se convirtió, este último, en la peor gestión económica del país de la última centuria.
Hoy, a solo dos años del Bicentenario del Perú, el reto no es solamente mantener el modelo sino profundizarlo y explicar a todos los ciudadanos que, más allá de la crisis política por la cual atraviesa el país, de los altos niveles de corrupción que hay que combatir con todas las armas que la ley otorga, se requiere rescatar la economía del Perú del territorio de mediocridad al cual se está ingresando. Y es que, como lo afirma Roberto Abusada, presidente del Instituto Peruano de Economía, en una reciente columna en el diario El Comercio, “en el año 2013, el Perú perdió el título de estrella económica latinoamericana”. En la práctica, como lo menciona el propio Abusada, “una época dorada de veinte años de crecimiento a ritmo de 5,4 % anual llegó a su fin, y con ello el país retornó a una nueva normalidad de mediocre progreso”.
¿Qué hacer?, ¿cómo evitar que nuestro país caiga en esa mediocridad, denominada por algunos economistas como la trampa de los países de ingreso medio? O, más aún, ¿cómo evitamos retroceder o “desarrollar nuestro subdesarrollo” y, por lo tanto, no satisfacer la sana ambición de lograr eliminar la pobreza en el Perú antes del año 2030, uno de los principales objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas? Otro economista, Waldo Mendoza, actual presidente del Consejo Fiscal, comisión autónoma adscrita al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), nos proporciona algunas claves en un artículo de nombre sugerente: “¿Cuándo puede joderse el Perú?”, recientemente publicado en el diario Gestión. Mendoza considera que el MEF y el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) deben trabajar en la disminución de las tasas de interés y en el crecimiento de la inversión pública. Adicionalmente, menciona la necesidad de buscar nuevos motores de crecimiento que permitan incrementar nuestro producto bruto interno (PBI) a largo plazo.
Probablemente, la banca de desarrollo, específicamente la Corporación Financiera de Desarrollo (Cofide), deba tener un rol muy activo para promover la inversión en actividades con gran potencial y sostenibles, como la actividad forestal, la acuicultura y el turismo. Asimismo, no se debe descuidar la agroexportación, que es un ejemplo de éxito a nivel mundial. En la actualidad, el Perú exporta una variedad de productos a más de cien países, y la historia recién empieza si se analiza el potencial del país considerando la variedad de climas, las irrigaciones que deben terminarse y la recuperación de las tierras de cultivo en la sierra peruana.
Si bien es cierto que más del cincuenta por ciento de nuestro crecimiento económico se debe al desempeño de la economía mundial, también lo es que si hacemos lo correcto, nuestro PBI potencial (el nivel al cual podemos crecer con los recursos existentes) se incrementará del mediocre 3,5 % anual actual al 6,0 % que se tenía hace una década, y, por qué no, a un 7,0 %, nivel con el cual volveríamos a duplicar el tamaño de nuestra economía en la próxima década y lograríamos acercarnos a la eliminación de la pobreza.
Hay una gran labor pendiente y todos tenemos que trabajar en ese objetivo. Recordemos a Jorge Basadre, nuestro ilustre historiador, quien dijo: “Querámoslo o no, pertenecemos a una misma familia todos los que, de veras, consideramos al Perú no como un festín, sino como una tarea”.
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