Si un incremento de 0.5º C en el calentamiento global está provocando los incendios de Florida, New South Wales, y está acelerando el derretimiento del Océano Ártico, ya podemos imaginar lo que el calentamiento global de 1.5º C podría provocar en nuestro ecosistema y en nuestra manera de vivir actual. El pasado 25 de septiembre se instaló el “reloj climático” en Nueva York que refleja una cuenta regresiva; nuestra cuenta regresiva al punto de no retorno en el cual no podremos hacer nada para detener el cambio climático que devastará nuestro mundo.
El mundo tiene una fecha límite y, al 25 de septiembre, es de 7 años y 97 días, como si no fuese suficiente la ansiedad que venimos atravesando gracias a la pandemia desencadenada por la COVID-19. Sin embargo, antes de ganar la guerra contra la pandemia de salud, debemos prepararnos ya para la siguiente guerra, quizás más crucial, contra el cambio climático y por limitar el calentamiento global a un nivel menor a 1.5 grados si queremos evitar sus consecuencias como inundaciones, incendios o el incremento insostenible de los niveles del mar.

Las consecuencias del cambio climático afectarán a todos; sin embargo, como toda crisis, golpeará de manera desigual a los países ricos de los pobres y, dentro de ellos, el impacto tampoco será igual para los ricos y los pobres. Tal crisis provocará olas de migración en busca de un escape de las zonas más devastadas por el cambio climático, lo que incrementará la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen. Y aunque el cambio climático se ha convertido en unos de los temas más urgentes en la agenda política, las acciones dedicadas a cambiar el rumbo no son suficientes, como fruto de decisiones desacertadas en el pasado que retornan con un mayor costo y que serán fuente de polémica en los años a venir. Sin embargo, es claro que no esperaremos a última hora para actuar, sino que la premura se incrementará en tanto la percepción de riesgo aumente y se expanda más allá de aquellos con menos recursos hasta invadir la percepción de seguridad de las poblaciones más acaudaladas. La verdadera pregunta, entonces es: ¿cuándo?
Nuestra naturaleza humana nos lleva a buscar un status quo, queremos encontrar estabilidad y seguridad, pues la incertidumbre trae un alto costo para nuestra paz cotidiana. Nadie quiere cambiar su estilo de vida; sin embargo, nos veremos obligados a hacerlo cuando no tengamos otra opción. El cambio climático ya anunció su jugada y está en nuestra decisión detenerlo.
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