“La salud mental no es un destino, sino un proceso. Es algo en lo que tienes que trabajar constantemente” (Noah Shpancer)
“La felicidad no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de afrontarlos” (Steve Maraboli)
Recientemente, las noticias han informado sobre incidentes relacionados con la salud mental en algunas universidades peruanas. Estos no son casos aislados ni han ocurrido únicamente en nuestro país. A nivel internacional, también se han presentado diversos hechos relacionados con la salud mental en los últimos años.
La pandemia, con su prolongada reclusión obligatoria, ha agudizado los problemas de salud mental en muchas personas, especialmente en los más jóvenes. También han influido la presión que genera una gran exposición a las redes sociales, así como los problemas propios de cada individuo. Como señalan Palfrey y Gasser en Born Digital, los estudiantes de hoy construyen su identidad personal y social en constante interacción con el mundo en línea. Es decir, viven entre múltiples identidades: la real (cara a cara), la digital (en redes sociales) y la percibida (cómo creen que otros los ven en el entorno digital). Esta multiplicidad, lejos de empoderarlos, puede volverse un campo de batalla emocional cuando no encuentran un lugar donde ser ellos mismos sin filtros.
Universidades de primer nivel, como Harvard, han implementado programas de salud mental para su comunidad universitaria. Estos consisten en servicios de consejería, líneas de atención 24 horas, apoyo psiquiátrico y capacitación para docentes. Las universidades peruanas ya están incorporando algunas de estas medidas en sus instituciones.

En una época en la que los jóvenes están inmersos en entornos digitales que moldean profundamente su forma de ser, la universidad no puede seguir siendo un espacio que solo evalúa logros académicos. La presión constante por sostener una imagen perfecta, sumada al silencio institucional sobre la salud mental, puede empujar a muchos al límite. Lo ocurrido recientemente debería llevarnos a repensar urgentemente cómo nuestras universidades acompañan (o descuidan) el desarrollo emocional de sus alumnos.
Hoy en día, recibir jóvenes para formarlos constituye una doble responsabilidad para nuestras universidades: no solo deben crear buenos profesionales, sino también velar por su salud mental. Este apoyo les permitirá afrontar con éxito los desafíos de su vida estudiantil y futura.
Comparte esta noticia