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Hacia el paradigma de la renta per cápita óptima

De alguna u otra manera, la metodología de análisis se sustenta en el enfoque macroeconómico neoclásico del crecimiento (endógeno y exógeno), pero –salvo error de mi parte– no se discutía sobre la posibilidad de conceptualizar una renta per cápita óptima (por definirla luego).

Estimo que las teorías del crecimiento y del desarrollo se han anclado más en el colectivismo metodológico, de una manera consciente o no. Me explico: para el estructuralismo filosófico, la categoría o ideal fundamental no es el ser sino la relación, no es el sujeto sino la estructura. Para mayor concreción, me refiero, entre otras, a las consideraciones epistemológicas de Claude Lévi-Strauss (1908-2009).

En Estudios sobre el abuso de la razón (2010), Friedrich von Hayek (1899-1992), al efectuar un análisis crítico con respecto al denominado colectivismo metodológico, apuntaba: “El error implícito en este acercamiento colectivista consiste en considerar como hechos lo que no son sino teorías provisionales, modelos construidos por la mente ingenua para explicarse la conexión existente entre algunos fenómenos singulares que observamos”. En este sentido, entendía que los colectivistas (positivistas, hegelianos, marxistas, estructuralistas) piensan que existen constructos colectivos (la “sociedad”, la “estructura social”, el “partido”, la “clase”, etcétera), independientes y autónomos con relación a los individuos que los conforman; y afirmaba que este es un grave error, el cual consiste en deificar, en hacer que lleguen a ser cosas lo que son nada más conceptos abstractos.

Vienen a mi mente los libros catalogados como de lectura obligatoria en las asignaturas de Teoría del Crecimiento y del Desarrollo, tales como Crecimiento económico (2004) de Robert J. Barro y Xavier Sala-i-Martin, The Economic Growth (2009) de Philippe Aghion y Peter Howitt, El misterio del crecimiento económico (2004) de Elhanan Helpman, entre otros. De alguna u otra manera, la metodología de análisis se sustenta en el enfoque macroeconómico neoclásico del crecimiento (endógeno y exógeno), pero –salvo error de mi parte– no se discutía sobre la posibilidad de conceptualizar una renta per cápita óptima (por definirla luego). Se podría afirmar que, por ejemplo, con base en el modelo Solow-Swan (modelo exógeno), una vez identificado el “estado estacionario” se logra derivar la renta per cápita en “ese punto”, sin mayor sentido alguno. Creo haber captado este “vacío humano” en la obra de William Easterly titulada En busca del crecimiento: andanzas y tribulaciones de los economistas del desarrollo (2001).

Sobre el particular, ya en Wealth: A Brief Explanation of the Causes of Economic Wealth (1922), Edwin Cannan (1861-1935) estableció la idea de una teoría óptima de la población, afirmando que, dados los recursos naturales, el stock de capital y el estado del conocimiento técnico, habrá un tamaño definido de población con el ingreso per cápita correspondiente, y que la población que tiene el ingreso per cápita más alto se debe considerar como la población óptima. En esta misma línea de pensamiento también debemos considerar al economista sueco J. G. Knut Wicksell (1851-1926), por sus ideas plasmadas en The Theory of Population, its Composition and Changes (1901).

En este artículo, deseo resaltar el denominado individualismo metodológico, y tomo como referencia La acción humana (1949) del economista austriaco Ludwig von Mises (1881-1973). Entonces nos formulamos las siguientes preguntas: ¿existirá alguna dimensión de renta per cápita (PPP) que pueda significar una situación de bienestar general para toda su población?, ¿será suficiente considerar la renta per cápita?, ¿deberíamos considerar algunos factores dinámicos? Para hablar en términos más coloquiales: ¿podemos imaginar una renta per cápita que proporcione una sensación de felicidad a todos los ciudadanos que viven en un territorio?

Una primera aproximación es el considerar el índice de desarrollo humano (IDH), que se construye basado en tres pilares:

  1. Una vida larga y saludable, medida por la esperanza de vida.
  2. Acceso a la educación: medido en función de los años esperados de escolarización de los niños en edad de ingresar a la escuela y la media de años de escolaridad de la población adulta.
  3. Un nivel de vida digno, mensurado por el ingreso nacional bruto per cápita ajustado al nivel de precios del país.

En el gráfico 1 se muestra el índice histórico de desarrollo humano (HIHD) en relación con el ingreso promedio (PIB per cápita). Recordemos que el IDH contempla un rango de 0 a 1.

| Fuente: https://ourworldindata.org/human-development-index

Observando el gráfico 1 seguramente que entraríamos en largas discusiones y diferentes puntos de análisis. Es por ello que he utilizado cuidadosamente el término “paradigma” al titular este artículo, en la línea de Thomas Kuhn (1922-1996).

Finalmente resaltaría el aporte del profesor e investigador peruano Jorge Yamamoto, en su libro La gran estafa de la felicidad (2019). Posiblemente es necesario mirar con más atención la metodología cualitativa en las investigaciones sobre el crecimiento y el desarrollo económico: el ser humano (de carne y hueso, como diría Miguel de Unamuno) en espacios y tiempos determinados.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Director de la Carrera de Negocios Internacionales de la Universidad de Lima. Master of Arts en Desarrollo Económico por el Williams College – Center for Development Economics (Estados Unidos), Magíster en Finanzas por la Universidad del Pacífico. Doctorando en Educación por la Universidad Internacional Iberoamericana de México.

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