La semana pasada el presidente del Perú ofició una conferencia de prensa para reponer la inmovilización obligatoria los domingos y prohibir las reuniones sociales y familiares. Aunque a muchos les tomó por sorpresa esta decisión y, a otros, les pareció un desatino, lo cierto es que las cifras de contagios diarios indican un segundo pico, similar o peor al de mayo. Sin embargo, a pesar de que los datos estadísticos, que son la fuente más confiable que tenemos para medir el impacto de la COVID-19, muestran una fotografía preocupante de nuestra realidad, un gran porcentaje de la población le resta importancia al riesgo que significa salir a la calle, visitar seres queridos, reunirse en parques con otras personas o, en casos extremos, quitarse la mascarilla y levantarse el protector facial en plena vía pública. Es como si, de alguna manera, el nivel de peligro de la pandemia ya no estuviera a la vuelta de la esquina. Pero si las cifras señalan una mayor amenaza al incumplir con las medidas sanitarias, ¿por qué parece que algunas personas están viviendo en un mundo paralelo, en el cual ya fue vencido el virus? Este concepto de «mundo paralelo» o «realidad alternativa» nos da la pista para comprender este tipo de comportamientos.
¿Cómo reacciones ante el trauma?
Las situaciones traumáticas, es decir, aquellas circunstancias en las que exponemos nuestra salud física y mental, y ponemos a prueba nuestros recursos de afrontamiento, las podemos explicar a partir de dos fases. En la primera etapa, el golpe nos sacude e incrementa nuestro nivel de alerta: nuestro cerebro se prepara para defenderse o huir, así que gestiona todo nuestro cuerpo bajo ese fin. En ese momento, sentimos miedo, porque esta emoción nos acondiciona para lograr esa gran labor. Pero, conforme el tiempo pasa, nos vamos acostumbrando a lo que pasa en nuestro entorno, debido a que todos los estímulos ya nos resultan conocidos. Nuestro cerebro se habitúa y convertimos la realidad traumática en nuestra «nueva normalidad». Esto pasa en las guerras y, también, en las pandemias. Ambas situaciones nos exigen enfrentar un enemigo y nos aterran.
Pero eso no es todo. Como expliqué en una columna anterior, ante un evento que nos demanda más allá de nuestras fuerzas, nuestra mente pone en funcionamiento una de sus defensas favoritas para estos casos: la negación. Este mecanismo hace que la persona no contemple la realidad tal cual es, porque el solo reconocimiento de la situación podría terminar con su bienestar y su equilibrio emocional. Esto nos aclara por qué las personas salen de sus casas y se reúnen con total normalidad, «como si no pasara nada». Es como si su mente dijera «mientras no lo vea, no está pasando realmente». Si bien es útil en situaciones de mucha carga estresante, sostener la negación por mucho tiempo puede traer consecuencias nocivas. Por ejemplo, en el caso particular de la pandemia, puede hacer que nos arriesguemos y tomemos decisiones apresuradas que nos lleven al contagio.
¿Qué podemos hacer ante la habituación y la negación?
El problema de este tipo de mecanismos de defensa es que no son conscientes, es decir, no sabemos que los estamos utilizando. Tampoco lo es la habituación de nuestro cerebro a los estímulos continuos y permanentes. Por eso, intentar darnos cuenta de la realidad se convierte en una labor sumamente difícil, pero no imposible. Si realmente queremos mejorar nuestro bienestar, pero no desde la negación o la habituación, sino desde el afrontamiento de la realidad tal cual es, podemos hacer tres cosas. En primer lugar, conviene ser receptivos a los mensajes de los demás y no tomarlos como una ofensa, una crítica o una agresión. Puede que, si analizamos detenidamente lo que nos dicen, encontremos algo de verdad. Es importante, en este punto, librarnos de algunas emociones, como el miedo o la ira, porque nos pueden hacer reaccionar sin pensar. En segundo lugar, procuremos examinar la realidad desde fuentes confiables y especializadas, como universidades, organizaciones mundiales, colegios de profesionales, revistas científicas, etc. Este tipo de publicaciones u organismos nos brindan información clara y precisa sobre lo que sucede. En tercer lugar, y considero que es la forma más sólida de afrontar estos mecanismos, podemos preguntarnos si la realidad es como nos la pintamos a nosotros mismos o existen pruebas de que no es así. Estos tres pasos nos pueden ayudar no solo en esta pandemia, sino durante toda la vida.
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