La semana pasada me entrevistó una estudiante de la Universidad Jaime Bausate y Meza para hablar sobre las particularidades de las discusiones políticas en el ámbito familiar y amical, esos gigantes bíblicos que arrasan con todo vínculo por más fuerte que este se haya imaginado siempre y cuando la ecuanimidad nos parezca un bicho raro. Luego de algunas preguntas de rigor (por ejemplo, las razones detrás del ejercicio violento de defender una candidatura hasta pelear), pasamos a reconocer las estrategias que ayudarían a mantener un diálogo consensual, es decir, un intercambio de opiniones y saberes digno del siglo XXI y no de un régimen autoritario y represivo que solo busca colonizar la opinión de los demás bajo la coacción y la intimidación. Claro está, antes de abordar este punto, expliqué lo que ya hemos conocido con mis columnas sobre las fake news, pero aplicado a las discusiones políticas: que el nivel de estrés suscitado por la pandemia se vio recrudecido gracias a una coyuntura política, para muchas y muchos, digna de los más hórridos presagios, lo que llevó al cerebro a manifestar una activación emocional tan intensa (principalmente de temor e ira) que la capacidad de análisis y observación de la realidad se vio seriamente afectada, condición neuronal característica de arrebatos, comportamientos impulsivos y sesgos.
Una vez que los motivos subrepticios fueron puestos sobre la mesa, pasé a enumerar algunas recomendaciones que nos pueden servir para no iniciar o mantener pugnas con nuestros familiares, amigas y amigos. Como primera estrategia, y este es un consejo de vida, debemos procurar ser emocionalmente empáticos, es decir, hacer el esfuerzo de identificar, comprender y validar aquel movimiento afectivo que se suscita en los demás, casi como si se tratase de un movimiento propio de las composiciones de música clásica. En lugar de responder en piloto automático ante las emociones de nuestros familiares, amigas y amigos, podemos intentar leer entrelíneas, es decir, buscar el subtexto que se enmascara con capas y capas de retórica y de comportamientos irascibles. Esta segunda recomendación nos invita a preguntarnos si detrás de todos los argumentos esgrimidos con ira no se esconde el temor por el futuro, el miedo sobrecogedor en torno al arribo de una candidatura. Si variamos aquella frase atribuida controversialmente a Sigmund Freud —«A veces un cigarro NO es solo un cigarro»—, vamos a comprender que, en muchas ocasiones, las conductas y palabras que emplean las personas encierran un significado más profundo, casi metafórico.
Por otra parte, es fundamental que, así como pretendemos comprender y validar las emociones de los demás, también seamos capaces de entender puntos de vista diametralmente distintos a los nuestros. Esta capacidad es una sinergia entre la famosa empatía cognitiva y la flexibilidad cognitiva, una de las funciones de más alto orden que ostenta nuestro cerebro y que nos permite adaptarnos a diferentes situaciones y conceptos inesperados. De hecho, la pérdida de esta capacidad se relaciona con algunos trastornos psiquiátricos, como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Ya como últimas sugerencias, consideremos ser asertivos, esto es, decir lo que pensamos y sentimos de forma que no dañemos a otras personas. Para lograrlo, es indispensable que trabajemos en nuestro control inhibitorio, esa capacidad que ha construido sobre sus hombros a una civilización debido a que frena los impulsos y los deseos irreflexivos, pero que, en diversas ocasiones, es motivo de mofa y desacreditación, porque se asocia con hipocresía, insinceridad o cobardía en una sociedad dispuesta a agredir como vía regia para solucionar sus problemas.
La suma de estas recomendaciones evitará la ruptura innecesaria de vínculos familiares y amicales, dado que estaremos dispuestos a escuchar y darle un lugar a los pensamientos y las emociones de quienes tenemos al frente en lugar de solo reaccionar, como si fuésemos un cúmulo de instintos y automatismos. Incluso, si no somos capaces de comprender las construcciones intelectuales de los demás, pero hacemos lo posible por pensar antes de actuar, es decir, por planificar nuestras conductas, podremos lograr entorpecer el engranaje de violencia que nos ha sitiado en estos últimos meses. Por ello, las y los invito a ejercitar permanentemente los músculos de la regulación emocional; les aseguro que no se arrepentirán.
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