Han pasado 40 años desde la publicación del célebre libro de cuentos de Guillermo Niño de Guzmán, y el sello editorial Tusquets ha publicado una reedición que le hace justicia a su magisterio.
Resulta casi natural que en el primer libro de un escritor sean más visibles ciertas caídas propias de la falta de oficio: un tropiezo en la estructura, un estilo desprolijo, una imagen mal ejecutada, unos diálogos que no terminan de cuajar y un largo etcétera. De todo eso, sin embargo, está curado Caballos de medianoche, el debut narrativo de Guillermo Niño de Guzmán.
Tengo la impresión de que todo ello contribuyó, en su momento, a forjarle al libro y a su autor un aura de consagración inmediata desde que fue publicado por primera vez en 1984. Sin que ese sea su propósito, hay lecciones que alguien con intereses literarios puede sonsacar de cada uno de los nueve relatos que componen el conjunto. La principal, pienso, es la de aprender a asimilar las influencias para desplegar un universo propio.
Así como en su momento Borges estimuló la aparición de imitadores, lo mismo ocurrió con Hemingway por su estilo engañosamente sencillo. No puede decirse, en ese sentido, que Niño de Guzmán sea un imitador. Si bien su prosa bebe de las sutilezas del maestro norteamericano para enhebrar silencios y crear atmósferas sugerentes, su musicalidad la distancia de su epígono y, por más de un instante, la conecta con las altas ventanas de la poesía.
Los personajes de Caballos de medianoche, además, están lejos de ser aventureros, cazadores o veteranos de guerra. Son, más bien, criaturas desdichadas, “fracasistas” por vocación, que en la misma estela de las ficciones del uruguayo Onetti o el peruano Ribeyro, enfrentan sus dramas existenciales en la oscura alma de la noche. De esto da fe el perturbador relato que da título al libro, una pieza maestra de relojería narrativa donde por debajo de unos diálogos banales entre un padre y su hija se encuentra en ebullición un destino fatal.
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Otras obsesiones, como el jazz en los notables cuentos Perdido y Good morning, heartache, configuran desde entonces ese mundo personal que luego Niño de Guzmán se encargaría de abordar en otros libros. Son relatos que juegan con la mitología del género musical sin perder de vista el espíritu derrotista del libro. El sello editorial Tusquets ha preparado una nueva edición, con comentarios de Julio Ramón Ribeyro, Alonso Cueto y José Miguel Oviedo, además del famoso prólogo de Mario Vargas Llosa.
Fue el Nobel de Literatura peruano, precisamente, quien buscó al autor tras leer su manuscrito para ofrecerle su respaldo. La suerte que corrió Caballos de medianoche no estuvo libre de escollos editoriales y el mismo Niño de Guzmán recuerda aquellos años en que el género breve no gozaba de popularidad en España ni América Latina, y su ópera prima estuvo a punto de naufragar. Para suerte de sus lectores, llegó hasta nuestras orillas y se mantiene fresco con el paso de los años.
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