Un total de cincuenta sensores controlarán la contaminación atmosférica que afecta a diario a uno de los monumentos más bellos de la humanidad.
En la Capilla Sixtina del Vaticano se han instalados cincuenta sensores para controlar la contaminación atmosférica y preservar las pinturas de ese recinto religioso que Juan Pablo II llamó "santuario de la teología del cuerpo humano".
Así lo informa el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, de 72 años, en un artículo publicado en el diario vespertino de la Santa Sede, "L"Oservatore Romano", en el que precisa que 36 han sido alojados en tubos volantes y los otros catorce fijos, afianzados a las cornisas de las paredes.
"Se trata de largos y un poco inquietantes tubos negros que atraviesan hacia lo alto los murales de la capilla", precisa con algo de ironía Paolucci, quien señala que el objetivo es controlar el polvo que se genera en el recinto y que causa en los frescos "reacciones químicas no deseadas".
"Trabajamos para dotar a la Capilla Sixtina de una instalación de climatización renovada y eficaz, que pueda asegurar el recambio del aire y la rebaja de los contaminantes presentes en forma sólida y gaseosa", refiere Paolucci.
La Capilla Sixtina recibe cada año cientos de miles de visitantes que son imposibles de contabilizar porque, según Paolucci, aunque se restrinja su número, siempre hay muchos que regresan tras visitar los Museos Vaticanos -donde está ubicada- para "tenerla viva en el corazón".
"Con este objetivo -dijo Paolucci- se han instalado termo-cámaras cuenta personas sobre la puerta de entrada y sobre las dos de salida", para así controlar, además, las emanaciones de polvo y de otras sustancias.
EFE
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