Luis Cueva Manchego es uno de los artistas que participa en la exposición ´Poder Verde´ del CC. de España. Hoy cuenta su historia tras salir de prisión; la inspiración que lo lleva a retratar el caos y el más extremo dolor.
Se acerca, pierdo el miedo. Lo saludo. Me dice que quiere hablar, contar qué hace aquí. Pregunta si ya vi sus obras, que si conozco a “Cachema”, que tiene algo para él.
“Chema, dices, Chema Salcedo”. “Sí, sí, me compró un casco. Hermanito, ando vendiendo mis obras, dile a Chema si quiere otra”. Nos vamos hacia la moto intervenida que está a la entrada del Centro Cultural de España, donde se expone la muestra “Poder Verde”, curada por Christian Bendayán, y donde Lu.Cu.Ma., el ex presidiario que se convirtió en artista, participa. Toma el micrófono, y la moto se convierte en el diván de un hombre que transformó su rabia y sufrimiento en arte.
El Chacalón del arte pinta con sangre
Luis Cueva Manchego conserva su apelativo que consiguió en el mundo del hampa: Lu.Cu.Ma. A los 14 años descuartizó a su hermano sordomudo, cocinó sus trozos en un perol de aceite, y se los comió. Al menos eso dice la leyenda que lo envuelve.
Lo que sí es cierto es que Lu.Cu.Ma. pasó gran parte de su juventud encerrado. Una temporada en el Larco Herrera, para luego pasar 27 años entre el Sexto, el Frontón y Castro Castro, por sus malas artes, por ese oficio sin renuncia que lo convirtió en personaje habitual de la crónica roja.
“Soy un aborto, un monstruo de la prisión, que ha salido para compartir el arte. Desde el puñal al pincel, de la metralleta al pincel, el arte me ha rehabilitado, gracias a Dios”, dice Lu.Cu.Ma. cual profeta.
En la selva encontró su hogar. Lejos de la convulsiva Lima, Lu.Cu.Ma. halló en la pintura la ruptura con su pasado.
Ahora, el Chacalón del arte, sucumbe en las galerías más importantes del Perú y el extranjero. Sus obras se cotizan desde 300 dólares, y alista maletas para viajar a Cusco, Chile, y Francia.
“Plasmo lo que he sufrido, lo que he vivido en el Penal. Por esos los gringos vienen y compran obras de Lu.Cu.Ma, porque pinto sobre Osama bin Laden, Sadam Husein, Lenin, Mao Tse Tung, y yo lo plasmo, porque tengo derecho de hacerlo. Mis cuadros hablan a través de mí”.
Y es que Sarita Colonia, Jimi Hendrix, Beethoven, Túpac Amaru son ahora los fantasmas que lo acompañan, las voces que le dicen que debe hacer. El puñal lo enterró con todo su pasado, hoy solo quedan los cortes y tatuajes "caneros" que tiene como trofeos de guerra.
“Lu.Cu.Ma. ya murió para la delincuencia, gracias al poder de Dios. La transformación me cuesta lágrimas. Ha sido difícil, pero ya me siento rehabilitado”, dice Lu.Cu.Ma., y le pide una revancha a la vida.
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