Tel Aviv celebra su centenario convertida en un santuario de la arquitectura Bauhaus. Esta es la primera ciudad judía levantada desde los tiempos bíblicos.
La razón estriba en que la simplicidad y el igualitarismo que en 1919 alumbraron ese estilo casaban bien con el ideario de los sionistas que en 1909 habían creado Tel Aviv con la intención de establecer un estado en Palestina, entonces protectorado británico.
Cuatro mil edificios con esos parámetros plagan la considerada capital económica y cultural del Estado judío, que antes de proclamarse en 1948 se había nutrido de pensadores, artistas y arquitectos que se inspiraban en el movimiento Bauhaus.
Muchos llegaron de Alemania, donde Walter Gropius había inaugurado la escuela Bauhaus en la ciudad de Weimar, pero también de buen número de otros países, como Francia, Rusia, Italia o Suiza, en los que el estilo se había extendido hasta causar furor.
Su obra compone en Tel Aviv un caso urbanístico único y donde el recurso a las formas geométricas básicas -cuadrado, circulo, triángulo- y a los colores primarios -rojo, amarillo, azul-, se pone al servicio de la funcionalidad como guía para construir.
El estilo había supuesto una ruptura con el clasicismo ornamental en la Europa de entreguerras, y aún hoy es sinónimo de modernidad.
"Fue una revolución, cambió la manera de pensar el futuro bajo la influencia de la industrialización y el socialismo, con los que había florecido la idea de un mundo más justo, que fuera mejor", dijo a Efe el director del Centro Bauhaus de Tel Aviv, Mihail Gross.
"El objetivo era integrar el arte en la vida diaria. Y no solo en lo que respecta a la arquitectura, también en el diseño, la pintura, la fotografía y el mobiliario. Basta con darse cuenta de que Kadinsky y Paul Klee formaron parte de la escuela", recordó.
Para Gross -que hace nueve años fundó la institución para preservar el patrimonio Bauhaus de la ciudad-, "lo que hace especial a Tel Aviv es la cantidad de edificios con esa impronta. En otras ciudades hay casos aislados. Aquí, todo el centro tiene ese diseño".
"El mayor desarrollo urbanístico de Tel Aviv se produjo en la década de los treinta, y en esos años la arquitectura Bauhaus estaba en su máximo esplendor. El plan -explicó- era que cada vivienda estuviera rodeada de un jardín, hacer una especie de ciudad-jardín".
A principios del siglo XXI, aquella utopía tiene poco que ver con la realidad, y Tel Aviv ofrece un conjunto urbanístico heterodoxo.
Las características construcciones cúbicas Bauhaus -con guiños a la ingeniería naval, como ventanas de camarote y fachadas que parecen proas de transatlántico-, alternan con inmuebles que carecen de personalidad y reflejan lo peor de la arquitectura contemporánea.
Solo la décima parte de los edificios Bauhaus han sido restaurados y el resto padece los efectos de la brisa marina, que deja un poso de sal que carcome una mancha urbana que se prolonga por más de diez kilómetros a lo largo de la costa del Mediterraneo.
Para remediarlo, la municipalidad ha proyectado la puesta en marcha de un programa que prevé el alquiler de esos edificios en condiciones preferenciales a cambio de que el inquilino se responsabilice de financiar los trabajos de rehabilitación.
Gross confía en que así se conserve un tesoro arquitectónico poco conocido y que refleja el modernismo socializante del siglo XX, "aunque luego las cosas no fueran por esos derroteros y el futuro del mundo no haya sido como lo imaginaban sus autores".
Según el especialista, la arquitectura Bauhaus es seña de identidad del carácter abierto y liberal de Tel Aviv, que contrasta con la conservadurismo y severidad de Jerusalén, la capital política y religiosa del país, enclavada en los montes de Judea.
Y donde más de tres mil años de existencia han sedimentado una fe ciega en la tradición y la creencia, que permanecen atrapadas en la piedra antigua; apenas a sesenta kilómetros de distancia pero a muchos más en términos de evolución y pensamiento.
Efe
Comparte esta noticia