El director del momento dijo unas cuantas verdades.
Aunque actualmente es uno de los directores de moda en Hollywood, Alejandro González Iñárritu -que opta a doce premios Óscar por su última película, El renacido- no puede evitar seguir sintiéndose como un forastero en Estados Unidos, su país de adopción desde hace más de una década.
“Como artista solo puedo ser fiel a mí mismo y a mis circunstancias. Y estas son las de un mexicano que desde hace 15 años vive en Estados Unidos. Me siento un ‘outsider’ con mi piel oscura. Y el entorno actual no es favorable a los mexicanos en ese país”, confiesa el cineasta en una entrevista al periódico El País.
El argumento de González Iñárritu -que se ha convertido en uno de los grandes críticos del empresario Donald Trump por sus comentarios racistas sobre los inmigrantes mexicanos- a la hora de echar por tierra los prejuicios contra sus compatriotas es muy sencillo: “La pureza de la raza, como apunta Trump, es una masturbación enferma e inexistente, la naturaleza es una orgía de mezclas. Todos tenemos sangre de todos”.
El director de cine abandonó su tierra natal para mudarse a Los Ángeles junto a su familia en busca de una vida más segura después de que su padre fuera secuestrado en México. Sin embargo, nunca ha conseguido adaptarse completamente a algunas de las costumbres de su nuevo hogar, como por ejemplo la de comer en el lugar de trabajo.
“A lo que más me costó adaptarme fue a comer directamente de tápers. Cuando me mudé, un amigo me dejó un despacho en su oficina y había mucha gente allí. Y todos pedían comida para llevar y se la comían en sus escritorios directamente de los contenedores de plástico utilizando cubiertos de plástico. Para mí resultaba muy chocante. Yo siempre tenía mucho trabajo que hacer, pero aun así sacaba tiempo para ir a disfrutar de una comida agradable con los cubiertos adecuados”, recordaba recientemente en una entrevista a The Wall Street Journal.
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