Italia despide con gran tristeza al director de cine Mario Monicelli, considerado el gran maestro de la comedia a la italiana y el último representante de este género que triunfó en todo el mundo.
Italia despide con gran tristeza al director de cine Mario Monicelli, considerado el gran maestro de la comedia a la italiana y el último representante de este género que triunfó en todo el mundo.
Su vida terminó ayer como una de sus películas tragicómicas: con un nudo en la garganta después de tantas sonrisas. El cineasta italiano, que sufría un tumor en fase terminal, se suicidó, a los 95 años, lanzándose desde el quinto piso del Hospital San Juan, de Roma.
Los familiares anunciaron hoy que no se celebrará ningún funeral, pero que se le podrá dedicar un último saludo tanto en el barrio romano de Monti, donde vivió, como en la capilla ardiente que se instalará mañana en la sede de la "Casa del Cine" en Roma.
Con la desaparición de Monicelli, muere la llamada comedia a la italiana, el género que nació a mediados de los años 50 con películas en las que se describía con ironía y sátira la sociedad del momento, pero en las que en el fondo se respiraba una profunda amargura.
El tiempo ha dejado huérfano al cine italiano al desaparecer los máximos representantes de este género, desde cineastas como Dino Risi, Luigi Comencini, Pietro Germi a actores que lo representaron como Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Marcelo Mastroiani, Nino Manfredi y Ugo Tognazzi, entre tantos otros.
Por ello, con su gran cinismo, al responder a los periodistas que le pedían una reacción a la muerte de algún amigo del gremio, Monicelli solía preguntar: ¿A quién llamareis cuando me muera yo?
La Italia del cine y de la cultura llora hoy por Monicelli, a quien describen como el "Balzac italiano", autor de "una gigantesca comedia humana, a través de decenas de películas, la mayoría obras maestras", apunta el periodista Curzio Maltese en el diario "La Repubblica".
"Corriere della Sera" lo describe como un eterno "desafiante de la censura", "creador de personajes extraordinarios", e inventor de "una sátira sobre una Italia que no le gustaba".
Hoy se recuerda que Monicelli supo absorber como nadie la vena cómica de uno de los grandes actores del cine italiano, Vittorio Gasssman, convertido en grotesco caballero en la "L"Armata Brancaleone" (1966) o en el fracasado boxeador en "I soliti ignoti" (1958).
También supo hacer convivir y brillar en sus películas a talentos como Gassman y Sordi en "La grande guerra" (1959), donde los cobardes se convierten en héroes, o a Ugo Tognazzi, Gastone Moschin, Philippe Noiret, Adolfo Celi, en "Amici Miei" (1975), los bromistas y socarrones amigos a quienes envuelve una profunda amargura.
Las nuevas generaciones de la comedia como el director Vincenzo Cerami aseguran que con su muerte ha acabado una época del cine italiano.
"Nadie mejor que él ha contado la historia de Italia. Junto con sus ojos se ha cerrado una época", explicó Cerami en declaraciones al periódico de Roma "Il Messaggero".
Para Stefania Sandrelli, actriz en tres películas del cineasta italiano, "como la comedia a la italiana, la vida de Monicelli ha terminado prevaleciendo el drama" y ha elegido para morir "hacer un agujero en la pared para sorprenderse como Capannelle, uno de los protagonistas de "I soliti ignoti" de que al otro lado estaban todos sus amigos".
EFE
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