El príncipe Alberto II de Mónaco, de 52 años, ha decidido seguir la senda marcada por su padre Rainiero, que se casó con la actriz estadounidense Grace Kelly.
El príncipe Alberto II de Mónaco, de 52 años, ha decidido seguir la senda marcada por su padre Rainiero, que se casó con la actriz estadounidense Grace Kelly, y anunció hoy que contraerá matrimonio con la ex nadadora sudafricana Charlene Wittstock, ajena a la realeza.
El Principado no ha fijado aún fecha ni lugar para el casamiento, aunque si los novios decidieran respetar el protocolo, deberían esperar al menos seis meses antes de oficiar las nupcias, es decir, a partir de finales del próximo mes de diciembre.
La boda enlazará a una pareja separada por una diferencia de edad de dos décadas y que mantiene un público noviazgo desde hace al menos cuatro años, cuando se les vio juntos por primera vez en la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín, en 2006.
Parece, no obstante, que el monarca y la ex nadadora de 32 años, natural de Zimbabue, se conocían desde el año 2000, cuando Wittstock ganó la medalla de oro de la prueba de 200 metros espalda en un campeonato de natación celebrado en Mónaco.
La relación entre el monarca y la plebeya, ahora maestra, ha ido abriéndose camino en la escena pública hasta que, en los últimos tiempos, la futura princesa ha pasado a acompañar al hijo de Rainiero y Grace Kelly en varios actos oficiales, tanto en Mónaco como fuera del Principado.
Wittstock, a la que la prensa rosa relacionó en el pasado con el nadador sueco Lars Frölander, el francés Robin Francis, el jugador de rugby sudafricano Andre Snyman y el nadador italiano Massimiliano Rosolino, tuvo que colgar el bañador por una lesión en el hombro y actualmente vive en el Principado.
Sin conversión al catolicismo, la Constitución monegasca impide que Wittstock, de confesión protestante, pueda acceder al trono del Principado.
Hasta ahora la nadadora ha respetado escrupulosamente las reglas protocolarias del pequeño Estado mediterráneo situado al sureste de Francia, que le impedían asistir a la fiesta nacional de Mónaco y a la ceremonia de la Santa Devota, patrona del Principado, al no formar oficialmente parte de la familia del soberano.
El anuncio no ha sido una sorpresa pues, hace algunos meses, Wittstock concedió una sesión de fotografías a la revista "Point de vue", especializada en asuntos de palacio, lo que constituía de facto un pronóstico del enlace oficializado hoy.
Sí supone, no obstante, un cambio en el estilo de vida de Alberto de Mónaco, que no parecía tener demasiada prisa por pasar por el altar, hasta tal punto que en 2002 se cambió la Constitución para otorgar derechos sucesorios a los hijos de sus hermanas, Carolina y Estefanía.
Sin embargo el monarca había anunciado que terminaría por contraer matrimonio, tal y como reveló en una entrevista en 2005.
"¡Estén tranquilos, me casaré! Yo también formaré una familia", decía el monarca, quien en otras ocasiones había anunciado que la vida de la que fuera su futura esposa sería un calvario salpicado por los "paparazzi".
Habituado a los objetivos de los fotógrafos desde niño, Alberto reconocía que algunos de sus amigos se vieron expuestos a ese "estilo de vida" y no les agradó.
"Mi futura esposa no tendrá una vida fácil", decía el entonces príncipe soltero, quien agregaba que su futura señora debería "soportar tanto las presiones mediáticas" como las "inevitables comparaciones" con su madre, fallecida en un accidente de coche en 1982 cuando conducía con su hija Estefanía, que salió ilesa.
EFE
El Principado no ha fijado aún fecha ni lugar para el casamiento, aunque si los novios decidieran respetar el protocolo, deberían esperar al menos seis meses antes de oficiar las nupcias, es decir, a partir de finales del próximo mes de diciembre.
La boda enlazará a una pareja separada por una diferencia de edad de dos décadas y que mantiene un público noviazgo desde hace al menos cuatro años, cuando se les vio juntos por primera vez en la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín, en 2006.
Parece, no obstante, que el monarca y la ex nadadora de 32 años, natural de Zimbabue, se conocían desde el año 2000, cuando Wittstock ganó la medalla de oro de la prueba de 200 metros espalda en un campeonato de natación celebrado en Mónaco.
La relación entre el monarca y la plebeya, ahora maestra, ha ido abriéndose camino en la escena pública hasta que, en los últimos tiempos, la futura princesa ha pasado a acompañar al hijo de Rainiero y Grace Kelly en varios actos oficiales, tanto en Mónaco como fuera del Principado.
Wittstock, a la que la prensa rosa relacionó en el pasado con el nadador sueco Lars Frölander, el francés Robin Francis, el jugador de rugby sudafricano Andre Snyman y el nadador italiano Massimiliano Rosolino, tuvo que colgar el bañador por una lesión en el hombro y actualmente vive en el Principado.
Sin conversión al catolicismo, la Constitución monegasca impide que Wittstock, de confesión protestante, pueda acceder al trono del Principado.
Hasta ahora la nadadora ha respetado escrupulosamente las reglas protocolarias del pequeño Estado mediterráneo situado al sureste de Francia, que le impedían asistir a la fiesta nacional de Mónaco y a la ceremonia de la Santa Devota, patrona del Principado, al no formar oficialmente parte de la familia del soberano.
El anuncio no ha sido una sorpresa pues, hace algunos meses, Wittstock concedió una sesión de fotografías a la revista "Point de vue", especializada en asuntos de palacio, lo que constituía de facto un pronóstico del enlace oficializado hoy.
Sí supone, no obstante, un cambio en el estilo de vida de Alberto de Mónaco, que no parecía tener demasiada prisa por pasar por el altar, hasta tal punto que en 2002 se cambió la Constitución para otorgar derechos sucesorios a los hijos de sus hermanas, Carolina y Estefanía.
Sin embargo el monarca había anunciado que terminaría por contraer matrimonio, tal y como reveló en una entrevista en 2005.
"¡Estén tranquilos, me casaré! Yo también formaré una familia", decía el monarca, quien en otras ocasiones había anunciado que la vida de la que fuera su futura esposa sería un calvario salpicado por los "paparazzi".
Habituado a los objetivos de los fotógrafos desde niño, Alberto reconocía que algunos de sus amigos se vieron expuestos a ese "estilo de vida" y no les agradó.
"Mi futura esposa no tendrá una vida fácil", decía el entonces príncipe soltero, quien agregaba que su futura señora debería "soportar tanto las presiones mediáticas" como las "inevitables comparaciones" con su madre, fallecida en un accidente de coche en 1982 cuando conducía con su hija Estefanía, que salió ilesa.
EFE
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