El actor inauguró la sección latina del encuentro con su cinta "Abel", una película con la que critica una sociedad mexicana por cargar sobre la mujer la responsabilidad.
Al actor Diego
Luna le cambió la vida el nacimiento de su
primer hijo, hasta el punto de que fue el impulso necesario para hacer su
primera película como director, "Abel", una historia sobre la
ausencia de la figura paterna que hoy abrió la sección latina del Festival de
San Sebastián.
Luna, al que el lado paterno le sale casi en cada frase, habla en San Sebastián (norte de España) de una película con la que se lamenta en voz alta de una sociedad mexicana que ha cargado sobre las mujeres la responsabilidad de cuidar a los hijos y que ha paseado por éxito por festivales como el de Cannes.
La crisis, explica pausadamente Luna (México DF, 1979), se ha convertido "en una excusa" -aunque insiste mucho en que "no se puede juzgar"- para que muchos mexicanos salgan al extranjero.
"Hay una cantidad infinita de familias que sobreviven y subsisten del trabajo de los suyos en Estados Unidos porque su país no ofrece las oportunidades que la gente necesita", señala el director.
Pero al mismo tiempo, hay otra parte de la sociedad que "se ha escudado en ese fenómeno para justificar su abandono como padres", dice Luna, antes de agregar: "hemos entregado la responsabilidad de la educación de nuestros hijos a las mujeres".
Es la "idea de que si tú provees y llevas el dinero a la casa estás cumpliendo. Los padres se han desentendido y de eso quería hablar". Y esa es la historia de "Abel", que cuenta cómo un niño de nueve años, Abel (impresionante Christopher Ruiz-Esparza), regresa a su casa tras estar internado dos años en un centro de salud mental y asume con toda naturalidad el papel de padre y esposo.
Una historia que le rondaba desde hacía tiempo, desde que vio con su padre en Londres una representación de "Hamlet" en la que el protagonista era un actor con cara de niño.
Diego Luna comenzó a explorar la posibilidad de un Hamlet de nueve años, un niño que regresa a casa y descubre que su padre no está pero que es demasiado joven, "que no está listo para ser rey y entra en un juego terrible, una relación con la madre casi edípica".
Una "idea absurda que se quedó en el tintero", con la que primero quiso hacer un cortometraje y luego una película distinta.
"Y después me convertí en padre y me dije: "ahora sí sé qué película quiero hacer"", explica el actor. Para convertir esa idea en una realidad cinematográfica, Luna utilizó un elemento que encontró en un personaje de una novela de David Trueba -"Abierto toda la noche"- que tiene el inventado síndrome de Latimer.
"Una esquizofrenia totalmente inventada pero que a mí me sirvió de inspiración", señala Luna, que se obsesionó con la imagen de "un niño que transita entre ser adulto y niño". Y en el proceso para poner en pie el proyecto pasó todo un "via crucis" de cinco meses para encontrar al actor que diera vida a Abel.
El elegido fue Christopher Ruiz-Esparza, un actor que aporta una tremenda naturalidad a una historia muy compleja y difícil de entender por un niño de tan corta edad. De ahí que el director decidiera que el actor nunca debía conocer la historia para tener "la reacción natural de un niño".
"Le decía día a día lo que tenía que hacer. Filmamos en orden y así nunca tuvo que recurrir a la imaginación o a la memoria para ver de dónde venía".
Como ejemplo recuerda que cuando el niño conoció al actor José María Yazpik, que interpreta a su padre, le dijeron que era su tío y sólo cinco semanas después le dijo quién era en realidad en la ficción.
"Jugué mucho a eso y le daba material para mantener una curiosidad diaria. Nunca hubo que apelar al sentido de responsabilidad, que es un concepto con el que los niños tienen que relacionarse muy poco", resaltó Luna.
Una historia producida por John Malkovich y Gael García Bernal y con la que Diego Luna ha llevado a San Sebastián su marcada faceta paternal. En México "hemos aceptado incluso que está bien mientras un padre les dé una casa y comida; todo lo demás lo puede proveer la madre.
Pero luego salgo y me doy cuenta de que eso pasa también en otros países". Algo que se demuestra en detalles como que en el baño de hombres del hotel de San Sebastián en el que se desarrolla la entrevista "no hay donde cambiar a los bebés", lamenta el actor, que no suspende la promoción de su filme pese a encontrarse fatal -"cometí el error de irme de fiesta anoche mezclado con gripe", reconoce con resignación-.
EFE
Luna, al que el lado paterno le sale casi en cada frase, habla en San Sebastián (norte de España) de una película con la que se lamenta en voz alta de una sociedad mexicana que ha cargado sobre las mujeres la responsabilidad de cuidar a los hijos y que ha paseado por éxito por festivales como el de Cannes.
La crisis, explica pausadamente Luna (México DF, 1979), se ha convertido "en una excusa" -aunque insiste mucho en que "no se puede juzgar"- para que muchos mexicanos salgan al extranjero.
"Hay una cantidad infinita de familias que sobreviven y subsisten del trabajo de los suyos en Estados Unidos porque su país no ofrece las oportunidades que la gente necesita", señala el director.
Pero al mismo tiempo, hay otra parte de la sociedad que "se ha escudado en ese fenómeno para justificar su abandono como padres", dice Luna, antes de agregar: "hemos entregado la responsabilidad de la educación de nuestros hijos a las mujeres".
Es la "idea de que si tú provees y llevas el dinero a la casa estás cumpliendo. Los padres se han desentendido y de eso quería hablar". Y esa es la historia de "Abel", que cuenta cómo un niño de nueve años, Abel (impresionante Christopher Ruiz-Esparza), regresa a su casa tras estar internado dos años en un centro de salud mental y asume con toda naturalidad el papel de padre y esposo.
Una historia que le rondaba desde hacía tiempo, desde que vio con su padre en Londres una representación de "Hamlet" en la que el protagonista era un actor con cara de niño.
Diego Luna comenzó a explorar la posibilidad de un Hamlet de nueve años, un niño que regresa a casa y descubre que su padre no está pero que es demasiado joven, "que no está listo para ser rey y entra en un juego terrible, una relación con la madre casi edípica".
Una "idea absurda que se quedó en el tintero", con la que primero quiso hacer un cortometraje y luego una película distinta.
"Y después me convertí en padre y me dije: "ahora sí sé qué película quiero hacer"", explica el actor. Para convertir esa idea en una realidad cinematográfica, Luna utilizó un elemento que encontró en un personaje de una novela de David Trueba -"Abierto toda la noche"- que tiene el inventado síndrome de Latimer.
"Una esquizofrenia totalmente inventada pero que a mí me sirvió de inspiración", señala Luna, que se obsesionó con la imagen de "un niño que transita entre ser adulto y niño". Y en el proceso para poner en pie el proyecto pasó todo un "via crucis" de cinco meses para encontrar al actor que diera vida a Abel.
El elegido fue Christopher Ruiz-Esparza, un actor que aporta una tremenda naturalidad a una historia muy compleja y difícil de entender por un niño de tan corta edad. De ahí que el director decidiera que el actor nunca debía conocer la historia para tener "la reacción natural de un niño".
"Le decía día a día lo que tenía que hacer. Filmamos en orden y así nunca tuvo que recurrir a la imaginación o a la memoria para ver de dónde venía".
Como ejemplo recuerda que cuando el niño conoció al actor José María Yazpik, que interpreta a su padre, le dijeron que era su tío y sólo cinco semanas después le dijo quién era en realidad en la ficción.
"Jugué mucho a eso y le daba material para mantener una curiosidad diaria. Nunca hubo que apelar al sentido de responsabilidad, que es un concepto con el que los niños tienen que relacionarse muy poco", resaltó Luna.
Una historia producida por John Malkovich y Gael García Bernal y con la que Diego Luna ha llevado a San Sebastián su marcada faceta paternal. En México "hemos aceptado incluso que está bien mientras un padre les dé una casa y comida; todo lo demás lo puede proveer la madre.
Pero luego salgo y me doy cuenta de que eso pasa también en otros países". Algo que se demuestra en detalles como que en el baño de hombres del hotel de San Sebastián en el que se desarrolla la entrevista "no hay donde cambiar a los bebés", lamenta el actor, que no suspende la promoción de su filme pese a encontrarse fatal -"cometí el error de irme de fiesta anoche mezclado con gripe", reconoce con resignación-.
EFE
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