Merengues se dieron un festín con el equipo de Marcelo Bielsa y lo apabullaron por un 4-1 inapelable para mantener los cinco puntos que los separan del conjunto blaugrana.
Real Madrid encontró su bálsamo en la visita del Athletic, en el retorno a la Liga, donde rehabilitó su ánimo y el de la afición, después de haber salido malparado del severo revés copero ante el Barcelona.
Motivado por la victoria azulgrana en Málaga el conjunto de José Mourinho, agazapado durante todo el choque en su banco, mantuvo el tipo. Salió airoso del trance frente a un adversario reputado.
El Athletic es fiel a las ideas impuestas por su preparador. Siempre el balón jugado. Llegada al área blanca con varios futbolistas, con diferentes opciones.
Así fue como abrió el marcador. Con una entrada de Javi Martínez por la banda derecha. Un centro hacia el corazón del área, por donde pasaba, desde atrás, Llorente, que batió a Casillas.
Tres tiros de Esteban Granero, sin problemas para Iraizoz, y uno alto hacia la nada de Karim Benzema fueron el bagaje ofensivo del Madrid hasta el minuto 25, cuando llegó el tanto de Marcelo, en una acción de pases y centros con Ozil y Benzema y, sobre todo, empeño del lateral, que llegó solo ante el meta vasco.
El Madrid empezó con ventaja la vuelta de vestuarios. En su mejor jugada de ataque, Iturraspe agarró por el pantalón a Kaká dentro del área y Ronaldo transformó el penalti. Sonrió el luso tras marcar el gol.
El panorama cambiaba. En el aire la capacidad de reacción del Athletic, con la necesidad de marcar. De entrada, adelantó líneas y su presión fue mayor. Asumió valiente el riesgo. Aun a sabiendas del peligro a la contra del Madrid.
Bielsa tiró de Gaizka Toquero e Ibai Gómez como primera medida. Dos delanteros. Pero apenas dio tiempo a comprobar su efecto. Un contraataque blanco manejado entre Ozil y Benzema supuso un penalti al alemán, aunque la jugada terminó en gol, y en expulsión de De Marcos. Ronaldo volvió a transformar y a firmar la sentencia.
José Callejón redondeó la cuenta en plena agitación de la grada. Cerró un centro de Higuaín y silenció las protestas de la mayoría de la afición, que rechazó significativamente el ánimo a José Mourinho del fondo sur.
EFE
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