Este 2018, la Selección Peruana volvió a un Mundial después de 36 años. Y lo hizo de la mano del 'Tigre', un argentino que llegó con perfil bajo y, pese a no destacar en Rusia 2018, mantuvo la ilusión del hincha.
A Ricardo Gareca nunca lo quisieron tanto. No hablamos de Gladys, su novia desde los 17 años (y actual esposa y madre de sus hijos), ni mucho menos de sus 'viejos', responsables de su gusto por el fútbol y su amor por Vélez Sarsfield.
Hablamos de gente que no sabe cuál es su comida favorita, el color de su pijama o sus más ocultas (y aún no dichas) cábalas, pero igual lo siente cercano. De alguien que no lo tuvo como soporte en un momento complicado, pero, si lo viera, igual le diría gracias.
Al ‘Tigre’ no lo han querido tantos desconocidos. Nunca. Ni como jugador, ni como entrenador. No a la misma vez. No como en Perú. “Logré que se pongan de acuerdo los hinchas de Boca y de River: que me putearan los dos. También me silbaron en mi debut con la Selección”, dijo en una entrevista a El Gráfico, hace 10 años.
Con la camiseta de América de Cali se hizo querer, pero su hinchada no supera los 6 millones 400 mil seguidores, según el informe de Los 20 clubes más populares de Sudamérica que realizó la Conmebol en 2016. En Vélez Sarsfield es un ídolo como delantero y entrenador, pero el club ni siquiera fue considerado en el ranking antes mencionado.
Y, aunque la bicolor es la primera selección que dirige, la comparación también puede hacerse con la suya, a la que le dio el pase al Mundial que luego ganó. Porque así fue. Sin embargo, pese a que su gol ante Perú le dio a la albiceleste la clasificación a México 86, en el colectivo de la gente quedó marcada la jugada de Daniel Pasarella.
A Ricardo Gareca nunca lo quisieron como en Perú. Él lo sabe. Por eso, pese a sus dos títulos nacionales en Colombia, sus tres subcampeonatos en la Libertadores y su Supercopa Sudamericana como jugador, el ‘Flaco’ se queda con su etapa como DT. Y llegar al Mundial que nunca pudo jugar tiene mucho que ver.
Aunque se sumó dos derrotas (ante Dinamarca y Francia) y una victoria (frente a Australia) en Rusia 2018, el equipo (su equipo) demostró que, si bien hay un camino por recorrer, los primeros pasos ya se dieron.
Por eso -además del cariño- eligió quedarse. Porque pudo darse por bien servido con la clasificación, pero el ‘Tigre’ sabe que hay más. Que si el año pasado le devolvió la ilusión a la gente, este le demostró que se puede dar pelea.
Pese a los tropiezos en los amistosos que siguieron (se perdió ante Holanda, Alemania, Ecuador y Costa Rica; se le ganó a Chile y se empató con Estados Unidos), tiene claro que hay una idea de juego y que cuenta con un universo de jugadores que puede ayudarlo a seguir superándose.
Pasaron 23 nombres entre 1982 y 2014. Fueron 23 las veces que los hinchas de la blanquirroja confiaron en una persona distinta. Y 23 también las que se decepcionaron tras no clasificar a ninguno de los ocho mundiales que se jugaron en ese tiempo. Con Ricardo Gareca las cosas cambiaron. Volvimos a competir y la tensión se liberó. Y él, un hombre que en algún momento recibió escupitajos en el saco y un balde lleno de orina desde la tribuna, lo notó. Por cariño, agradecimiento y, sobre todo las ganas de seguir en alza, se quedó. Porque nunca lo quisieron así. Pero nunca tampoco él creció tanto.
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