Mientras las ciudades crecen, se propagan epidemias y las guerras se desatan, en las profundidades de la selva, habitan pequeños y celosos guardianes de la naturaleza. En Boca Amigo un pequeño centro poblado a más de 9 horas en deslizador desde Puerto Maldonado, los niños de la zona descubrieron que no hace falta ser muy grande ni muy fuerte para cuidar de plantas, flores y animales.
La historia de estos guardianes comienza cuando jóvenes de ANIA, Asociación para la Niñez y su Ambiente arribaron a Boca Amigo un poblado de migrantes de Cusco, Puno y Puerto Maldonado con la promesa de conseguir un empleo en las minas de oro. En este pequeño paraíso lleno de belleza natural, sólo hay un teléfono solar, una posta médica y todos los niños asisten a la misma escuela. Las casas son construidas de madera y los techos a dos aguas para resistir las lluvias tropicales.
Hasta aquí llegó ANIA dispuesto a convencer a los adultos cedieran a sus a sus hijos un pedazo de tierra para que estos pudieran tener un espacio propio en la selva, donde puedan jugar libremente, descubran la magia de la naturaleza y se integren a ella. Joquín Leguía , Director Ejectutivo de Ania nos dice que los padres estaban muy desconfiados cuando entregaro a los niños diez hectáreas de purma, la tierra menos fértil de la comunidad.
A los niños, poco les importó la pobreza de la tierra. Estaban muy contentos porque tenían ahora un enorme jardín de juegos y muchas aventuras por vivir. La dedicación de los niños hizo que los padres comprendieran que sus hijos se merecían algo mejor. Por eso, les entregaron mejores tierrras.
Liset Pinto, Presidenta del Bosque de Niños de Boca Amigo, nos revela que le gusta vivir sus propiaa aventuras, lanzarse al lago con sus amigos, pintar al aire libre y trepar sobre los árboles de su enorme jardín que es la selva. Cuando uno le pregunta como es vivir en la selva, dice que no podría pedirle más a la naturaleza, para Liset su selva es perfecta.
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