Después de medio siglo, la boda de la princesa Sofía de Grecia y Juan Carlos de España sigue siendo el matrimonio más recordado.
La boda hace 50 años entre la princesa Sofía de Grecia y Juan Carlos de España, entonces un infante de una Familia Real sin trono, cautiva aún al exiguo grupo de monárquicos que queda entre la alta sociedad griega.
En Grecia llegaría luego el golpe de la Junta Militar, refrendado por el hermano de Sofía, el rey Constantino II, y posteriormente el referéndum ganado por la opción republicana, pero aquel día 14 de mayo de 1962 sigue siendo recordado como uno de los momentos cumbre de la monarquía helena. Para los asistentes fue como un verdadero "cuento de hadas".
El día de la boda, Atenas se vistió de gala. No existía la televisión. Así que centenares de curiosos tomaron las calles para ver pasar a la hija mayor de Pablo I, Rey de los Helenos, en una majestuosa carroza.
"La carroza era muy antigua y no había sido usada en mucho tiempo. Esto suponía un problema, porque ya no quedaban artesanos que se encargasen de esas cosas", relata Lena Levidis, hija del Caballerizo Mayor, Vladimiros Levidis, y sobrina del Gran Chambelán de la Corte del Rey Pablo, Dimitrios Levidis.
El recorrido del cortejo tampoco fue fácil de organizar. El punto de partida era el Palacio Real, hoy sede de la Presidencia de la República. El problema eran las iglesias.
Desde el año anterior, los emisarios del dictador Francisco Franco habían tratado de convencer al Vaticano de que diese su visto bueno al enlace entre un príncipe católico y una princesa ortodoxa.
La Iglesia Griega también quería dar preeminencia a su rito. Finalmente se llegó a un acuerdo que, entre otras cosas, multiplicó por dos el tiempo de la ceremonia.
En primer lugar los futuros esposos se dirigieron a la Catedral Católica de San Dionisio, edificada por orden del primer rey de la Grecia independiente, el bávaro y católico Otto, y tras la ceremonia religiosa regresaron al palacio, donde registraron su enlace civil en los libros de las autoridades españolas.
Después la ceremonia se repitió, esta vez en la Catedral Metropolitana de Atenas, por el rito ortodoxo, y se volvió a palacio para el registro del matrimonio por la legislación helena. Los invitados de cada país (no los reales) asistieron sólo a una ceremonia y la prensa de cada nacionalidad se fijó exclusivamente en una de ellas, como si la otra nunca hubiese tenido lugar.
EFE
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