Domingo es fiesta: ¿Aceptas el desafío de la cruz?

Más importante que la vida es la fidelidad a la fe en El y la fidelidad al Evangelio, explica el P. Clemente.

Reflexiones del P. Clemente:

Queridos amigos, como veis el Evangelio de hoy tiene dos momentos. Ante todo, el primer anuncio que hace Jesús a sus discípulos sobre su Pasión, Muerte y Resurrección. Y la consiguiente reacción de Pedro y el escarmiento que recibe de Jesús. Y en segundo lugar, el anuncio del camino del que quiera seguirle. Tendrá que correr la misma suerte del maestro.

Pedro ha reconocido, por la revelación del Padre, la condición divina del Mesías. Pero Jesús es consciente de que para Pedro es más fácil creer en un Jesús Hijo de Dios, que en un Jesús tan humano que tiene que hacer la experiencia de la Cruz. Y la verdadera fe está precisamente en ser capaces de aceptar al Dios crucificado. Como dirá San Pablo “no quiero saber entre vosotros, otra cosa que Cristo y éste crucificado”.

Jesús, a pesar de prometer a Pedro las llaves del Reino, lo pone luego entre la espada y la pared. Pedro tendrá que pasar por la purificación de su fe a través de las oscuridades de la Cruz.

Por otra parte, Jesús marca también el camino del resto de seguidores. Seguirle significa aceptar el desafío de la Cruz. Pero, Jesús no está presentando aquí un cristianismo dolorista. Sino el cristianismo de la fidelidad al Evangelio y al Reino. La cruz de la que habla de Jesús es la cruz como consecuencia de la fidelidad. Porque también esa es su cruz.

Jesús conoce, por propia experiencia, que el anuncio del Evangelio siempre encontrará dificultades. Y quienes evangelicen están expuestos a correr la misma suerte que El corrió. Jesús no anunció un camino de enfermedades, fracasos, dolores de muelas ni de estómago, ni de hígado. La cruz que tenemos que cargar es aquella que es consecuencia de la fidelidad a la fe en El y la fidelidad al Evangelio. Incluso si esta implicase el sacrificar nuestra vida. La vida es importante. Pero más importante es la fidelidad a la fe. También la vida de Jesús era importante. Pero para él más importante eran los hombres a los que El quería salvar.