Así lo manifestó el Predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, aseguró hoy durante la conmemoración de la Pasión del Señor.
El Predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, aseguró hoy durante la conmemoración de la Pasión del Señor que el paraíso prometido es "la paz de la conciencia, el mirarse al espejo sin tener que despreciarse".
Ante el papa Benedicto XVI y miles de personas que asistieron en la basílica de San Pedro del Vaticano a los ritos del Viernes Santo, Cantalamessa dijo que en la cruz, Cristo derrotó a la muerte y que su victoria es la victoria de los hombres.
Recordando a los padres de la Iglesia, entre ellos a Juan Crisostomo, afirmó que "nuestras espadas no están ensangrentadas, no hemos competido, no estamos heridos, la batalla ni siquiera la hemos visto, pero logramos la victoria. Su lucha es nuestra corona e imitando a los soldados con voces de alegría exaltamos la victoria y alabamos al Señor".
"No se puede explicar mejor el sentido de la liturgia que celebramos", señaló Cantalamessa.
El fraile capuchino señaló que hay una diferencia entre la representación litúrgica de la muerte de Cristo y, por ejemplo, la de Julio César en la tragedia de Shakespeare.
"Ninguno asiste vivo al aniversario de su muerte. Cristo sí porque ha resucitado", precisó el religioso, que subrayó que con la Pasión del Señor no celebran los cristianos "sólo un aniversario, sino un misterio".
Cantalamessa animó a los creyentes a tener la "valentía" de dar un "golpe de audacia, un golpe de mano, que sería apropiarse de la victoria de Cristo sobre la muerte, aunque no lo merezcan".
"(Sería) apropiación indebida. Una cosa muy común en la sociedad en la que vivimos. Pero con Jesús no está prohibida, sino que es vivamente recomendada. Indebida significa que no es debida, que no la merecemos, sino que nos ha sido dada gratuitamente", señaló.
El religioso destacó que en Roma, como por desgracia en las grandes ciudades, existen muchas personas sin casa, los conocidos como clochard, vagabundos, personas que no tienen más que los pocos trapos que llevan puestos o en bolsas de plástico.
El fraile puso un ejemplo y dijo que imaginemos que una tienda de la romana calle Via Condotti, donde se encuentran las más caras y exclusivas marcas de lujo, les invita a todos los sin techo a entrar y tras ducharse y tirar los harapos les viste gratuitamente con esas caras ropas.
"Todos dirían que es una fábula, algo que jamás ocurre", señaló Cantalamessa, que precisó que para Dios, esos vagabundos son los hombres "y nos dice: depon tus trapos sucios, que son los pecados, recibe el baño de la misericordia y levántate, ya que está vestido con las vestiduras de la salvación, envuelto en la capa de justicia".
Cantalamessa, que tituló la homilía "¡Que excelente teólogo el buen ladrón!", denunció la cantidad de atroces delitos que en los últimos tiempos han quedado sin resolver en el mundo y echando mano al Buen Ladrón, al que Jesús dijo "hoy estarás conmigo en el paraíso" tras reconocer sus culpas, hizo un llamamiento a los responsables: "salid a la luz, confesar vuestras culpas".
"El paraíso prometido es la paz de la conciencia, la posibilidad de mirarse en el espejo o mirar a los hijos sin tener que despreciarse", afirmó.
El predicador insistió: "no llevaros a la tumba vuestros secretos, os causaría una condena más temible que la humana, nuestro pueblo no es despiadado con el que se ha equivocado y reconoce el mal cometido".
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión. Durante la misma se leyeron todos los pasos del Evangelio.
Una cruz cubierta con una tela roja, colocada en el altar mayor de la Basílica de San Pedro, presidió la solemne ceremonia, ante la que Benedicto XVI se arrodilló, descalzo, y oró durante unos minutos.
Esta noche, Benedicto XVI se trasladará al Coliseo de Roma para presidir el Vía Crucis en el lugar que simboliza el sufrimiento de los primeros cristianos.
EFE
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