Cuando la viudes llega a algunas personas más de uno se queda sin sentido ni rumbo. Pero lo cierto es que su pareja no quisiera verla así y por eso es el momento de levantarse y seguir disfrutando la vida que tiene ante sus ojos.
Sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus padres, lo necesitan. Si la pareja muere, el golpe es grande, pero con ese mismo dolor se debe de tomar fuerzas de donde no las haya para seguir por el camino de la vida, aprendiendo a levantarse.
Nadie ha dicho que es fácil, quizá solo hasta cuando deba experimentar el momento sabrá lo duro que es.
Y es que existen casos en los que la persona que enviuda decide sepultar con su pareja su sentido de vivir; más de uno cae en depresión absoluta y se niega a sonreír.
Otras personas suelen sentir que las esperanzas se acaban. No solo se visten de negro para siempre, sino que cierran ventanas, cortinas y se obligan a quedarse en el olvido con los recuerdos de su pareja. Imagínese una persona que enviuda joven. Para ellos la vida se acaba.
Hay quienes se olvidan de sus hijos, así estén pequeños, y son los abuelos quienes terminan haciéndose cargo de ellos, pues ni ese gran motor en sus vidas los ayuda a levantarse.
Por eso es clave hacer un duelo bien hecho y encontrar herramientas que lleven a una persona en luto a entender el significado de la muerte y por supuesto, de la vida que sigue.
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