Hace 120 años, el poeta nació en Santiago de Chuco (La Libertad), lugar que lo inspiró en un sinnúmero de poemas de vida, de reflexión y de intimidad familiar.
Al cumplirse 120 años del nacimiento de César Vallejo, esta es una reflexión sobre la polémica e incomprendida genialidad del vate nacido en la ciudad de Santiago de Chuco (La Libertad), el 16 de marzo de 1892.
Aunque muchos lo califican de patético, otros de trágico y hasta se atreven a culparlo de los fracasos de los peruanos. Sin embargo, César Vallejo constituye, desde mi visión personal, el poeta con un hondo sentimiento humano, capaz de expresar lo más íntimo de los temores, angustias y preocupaciones de nosotros, simples mortales.
Proveniente de una provincia del ande liberteño, Santiago de Chuco, es el escenario que inspira en el poeta, el amor por la tierra, la naturaleza, la vida apacible y sencilla, que en el seno de una extensa familia forjaron el espíritu sensible de Vallejo, el "Shulca".*
Para muchos es incomprensible la dimensión mundial del pensamiento y la poesía de Vallejo, que para su época significó la ruptura ante todo, una escritura que rompe paradigmas. Tal vez esa sea la razón para que no pueda ser valorado y considerado aburrido, pesimista o traumático como las actuales publicaciones nominadas best seller de carácter mercantilista.
Para el presidente del Instituto de Estudios Vallejianos, César Adolfo Alva Lescano, su literatura está llena de poemas sentimentales, llenos de tristeza, angustia, pero también de íntimas alegrías como lo demuestra en “Trilce”, poemario de protesta basado en la niñez y la juventud del vate santiaguino.
“Tiene un lenguaje difícil y profundo, que hoy en día no se puede entender. Hasta ahora diversos investigadores tratan de interpretar lo profundo de sus versos. En sus libros expresa su amor a la vida y la muerte. “Para explicar mi vida no tengo sino mi muerte”, dijo el propio Vallejo”, manifestó el investigador.
Para Alva, Vallejo estuvo consciente de su grandeza literaria pues decía “Cuando muera de vida y no de tiempo”, tal como sucede ahora con sus libros que son traducidos a todos los idiomas.
Igualmente, a este vate se le acusa de ateo, sin embargo, presenta a Dios como imperfecto; no lo niega, lo refuta. Varios hechos dolorosos en su vida como la muerte de su madre, sus amigos, las guerras, que presenció en España lo llevan a cuestionarse sobre la naturaleza del hombre, la maldad, el sufrimiento, el hambre, las injusticias sociales, las contradicciones del mundo moderno, por ello no pierde vigencia.
Su permanente divorcio con lo convencional lo lleva a rechazar un sinnúmero de homenajes y honores como los cargos diplomáticos o manutenciones ofrecidas por ciertos gobiernos como el ruso; no persigue la posteridad, no es aspirante a la gloria divina, ni humana.
Esa es la grandeza de Vallejo, su genialidad, cuya voraz lectura algo extraña en estos tiempos para muchos, que prefieren reemplazarla por la denominada literatura light, no pueden ocultar la esencia del sentimiento vallejiano.
Durante mis estudios universitarios, nos pidieron la lectura de un libro y por supuesto llevé el poemario de Vallejo ante lo cual mi maestro exclamó “pero ¿porqué lees este libro, si el poeta es lúgubre?” desconociendo mi profunda admiración por Vallejo, no solo como poeta, sino como periodista desde tiempos de la secundaria, cuando quisimos ponerle su nombre a la promoción; sin embargo no se pudo porque ya había tres grupos que lo habían hecho.
Pasear por Trujillo y observar la casa donde vivía en sus épocas de estudiante, pasar por el Centro Viejo donde fue preceptor, caminar por la otrora grama de Mansiche, hoy convertida en óvalo, me acercan aún más a este eterno trovador de las profundidades humanas que cumplió su destino, convertirse en la voz más analizada y criticada de las letras.
Si Vallejo viviera -tendría 120 años- podría comprobar la vigencia de los versos de su poema “Nueve Monstruos”: “Y también de resultas del sufrimiento, estoy triste hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo, de ver al pan, crucificado, al nabo, ensangrentado, llorando, a la cebolla, al cereal, en general, harina, a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo, al vino, un ecce-homo, tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!.
"¡Cómo, hermanos humanos, no deciros que ya no puedo y ya no puedo con tanto cajón, tanto minuto, tanta lagartija y tanta inversión, tanto lejos y tánta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer? !Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer”.
Pero tal vez moriría con más dolor al saber que están pidiendo no leer sus escritos, por ello invoco a todos los amantes de la lectura, padres de familia y docentes de todos los niveles no perder la vista el mensaje y dejar de lado la moda de la literatura fácil que estos días abunda. Vallejo, señores es inmortal y universal. ¡Felices 120 años de vida literaria al santiaguino ilustre!
Dato: Según Adolfo Alva Lescano, Vallejo habría tenido un hijo con una dama limeña llamada Otilia, con quien tuvo amoríos, pero ante la oposición de su familia que la corrió de su casa, ella desapareció hacia 1920, es por eso que no se tiene la certeza del nacimiento del niño. Empero, el recuerdo de esa relación quedó marcado en Trilce.
*Shulca, vocablo quechua que nombra al último de los hijos de un familia.
Por: Lady Villanueva
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