El amor platónico si bien puede verse en diversos momentos de la vida, es fundamentalmente parte de la adolescencia temprana. Esta emoción es el precursor del amor maduro y es un escalón importante en el reconocimiento de nuestra capacidad de amar.
Más allá de las consideraciones semánticas a las que se atribuye el origen del nombre de “amor platónico”, básicamente a lo que nos referimos, es a ese tipo de fascinación particular por la que un individuo es atraído por otro del sexo opuesto pero que está limitada sólo a la contemplación y a las fantasías de “eventos románticos”, en el que el atractivo sexual no suele ser protagonista.
Diría que es principalmente un acontecimiento muy íntimo, en donde el protagonista es uno mismo y en el que el sujeto enamorado platónicamente está embelesado por la sensación misma de su enamoramiento, más que por el sujeto de atracción.
La mayoría de las veces el amor platónico tiene como sujeto de atracción un personaje inalcanzable, bien porque efectivamente así lo dice el sentido común (la profesora de primaria, el actor de cine, el cantante de moda), o simplemente porque así lo ubica el sujeto enamorado (la vecina a la que se le sigue desde lejos a diario sin atreverse nunca a hablarle). Y es que esta característica garantiza que el amor platónico lo siga siendo, de hecho cuando el sujeto de atracción se vuelve “accesible” generalmente acontece la decepción y el final de esta etapa.
Estas características hacen del amor platónico un excelente prototipo de enamoramiento que puede servir muy bien para el proceso de aprendizaje que hemos de seguir hacia el amor maduro. Algo así como un simulador de vuelo que emplearíamos para el aprendizaje de un piloto de avión, en este caso serviría como una manera de conocerse mejor a uno mismo antes de atreverse a salir al verdadero encuentro con el otro.
De ahí que el amor platónico en el adolescente precoz que se está iniciando en el conocimiento del amor de pareja, resultará usualmente de beneficio.
Este enamoramiento suele prolongarse por algún tiempo, a veces el suficiente como para que el adolescente deje de experimentar un atractivo estimulante y fascinante para irse transformando progresivamente en algo angustiante que lo irá aislando, entristeciendo y que de no contenerse puede desencadenar un evento depresivo; que de no ser evidenciado y atendido oportunamente, puede llegar a situaciones funestas.
Para llegar allí, no solo requiere un adolescente con una forma de ser predisponente, también implica una distancia entre los padres y él lo suficientemente grande como para que estos últimos no hayan logrado mantener los puentes de comunicación y confianza tendidos, a través de cercanía y escucha.
Considerando que el amor platónico cumple un rol importante en nuestro hijo adolescente, intervenir, oponerse a tal emoción es usualmente contraproducente, por eso es importante estar ahí listos y alertas para cuando nos necesiten, pero respetando una distancia prudente, evitando así ser invasivos.
¿Quién no sabe de qué se trata? Se trata de recuerdos que de vivirse adecuadamente, atesoraremos para el resto de nuestra existencia si no como uno de los momentos más bellos de nuestras vidas, como uno de los más intensos.
Escrito por: Médico Ricarte Cortez G., psicoterapeuta sistémico.
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