Padres exigentes que anulan la autoestima de sus hijos e hijas

En un mundo tan competitivo como el actual, ¿qué tipo de formación debe brindarse a los hijos e hijas? El deseo de ser siempre los mejores en todo, hace que muchos padres y madres exijan a sus hijos a destacar siempre en los primeros lugares en su centro de estudios, o actividades artísticas y deportivas.

¿Qué tan negativa puede ser esta sobreexigencia? Diversos estudios señalan que este tipo de presiones en los niños y niñas puede afectar su desarrollo personal y autoestima, pues ante el deseo de agradar a sus padres los chicos se volverán ansiosos, intolerantes al fracaso, nerviosos, temerosos de las consecuencias si no destacan, entre otros aspectos.

En este estilo educativo autoritario, son los padres quienes imponen las normas sin lugar a discusión. Castigan las conductas inadecuadas para de esta manera prevenir problemas futuros sin dar explicaciones de los motivos de su actuar. Lo único que les importa es la obediencia y la comunicación se vuelve vertical. Se olvidan de los intereses y necesidades de sus hijos e hijas, siendo deficientes las expresiones abiertas de afecto hacia ellos.

¿Cómo crecen los hijos de padres autoritarios? Por lo general suelen ser obedientes y sumisos ante ellos, pero cuando están ante terceras personas pueden mostrarse irresponsables y hasta agresivos. Hay la tendencia a sentirse culpables y deprimidos; tienen baja autoestima y escaso control de las situaciones, con pocas habilidades sociales.

El extremo está en el estilo educativo negligente o indiferente. Aquí los padres y madres se involucran escasamente en la crianza y educación de sus hijos e hijas. Son fríos y distantes, manifestando escasa sensibilidad a las necesidades de los chicos. Hay ausencia de normas, pero en ocasiones pueden excederse en el castigo hacia sus hijos sin darles una explicación de la conducta indebida del menor.

Estos chicos y chicas que crecen bajo ese modelo educativo suelen tener baja autoestima, no acatan ninguna norma; tienen baja empatía, pues se vuelven poco sensibles a las emociones de los demás. Son niños y niñas muy vulnerables a conflictos sociales  y personales.

También se da el caso de un estilo educativo permisivo; donde los padres y madres manifiestan altos grados de afecto y comunicación, pero sin control y exigencia de madurez. En este caso, son los padres quienes se amoldan a las necesidades de sus hijos e hijas, siendo estos los que dirigen la interacción entre sus padres y ellos. Son padres afectuosos poco exigentes en el cumplimiento de normas, que consideran que no es necesario aplicarles castigo o premio en su educación.

Los hijos e hijas de este tipo de padres permisivos son aparentemente entusiastas y vivaces, pero muestran inmadurez e incapacidad para controlar sus impulsos. Son poco persistentes en las tareas que se les asignan.

Por último está el estilo educativo democrático. Los padres y madres muestran altos niveles de afecto, exigencias y control hacia sus hijos e hijas. Son muy cálidos, pero a la vez exigentes y firmes. Estimulan la madurez de sus hijos poniéndoles límites y respeto a las normas. Son, además, comprensivos, afectuosos, sensibles a las necesidades del menor, fomentando en ellos la iniciativa, y enseñándoles los aprendizajes de sus errores.

Este modelo democrático vuelve a los hijos e hijas más felices consigo mismos y generosos con los demás. Son más competentes socialmente, tienen alta autoestima, autonomía y responsabilidad de sus actos. Crecen siendo persistentes en las tareas que emprenden y son solidarios en diversas situaciones de su vida.

Si bien no hay fórmulas exactas para saber cómo educar o criar a los hijos e hijas, es muy importante que los padres y madres presten atención a las habilidades de sus hijos, se tomen un tiempo para ellos, y de esta manera refuercen sus capacidades, sin presionarles.

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Producción: Amelia Villanueva Ramirez