Rosa Cáceres fue clavada a un madero en solidaridad con tres extrabajadores de la represa de Itaipú que cumplen una semana "crucificados" y sin ingerir alimentos.
Una mujer de 52 años fue clavada a un madero en solidaridad con tres extrabajadores de la represa de Itaipú que cumplen una semana "crucificados" y sin ingerir alimentos frente a la embajada de Brasil, en Asunción, en protesta porque no reciben las primas laborales que aseguran se les adeuda.
Rosa Cáceres, la nueva "crucificada", es esposa y madre de dos exempleados que trabajaron durante cinco años en la hidroeléctrica, la de mayor producción del mundo y compartida por Paraguay y Brasil.
La mujer dejó a sus nueve hijos en Ciudad del Este, a unos 370 kilómetros de la capital, para acompañar a los tres "crucificados" y al resto de compañeros que les apoyan, que llevan cuatro meses de protesta en una carpa frente a la embajada, en el centro de la capital paraguaya.
Después de santiguarse, y ataviada con un vestido con el blanco, rojo y azul de la bandera paraguaya, Cáceres se confió a Teodorico Franco, extrabajador de la represa y encargado de atravesar la piel que separa los dedos de sus manos con dos largos clavos.
Mientras, el trío de "crucificados", Roberto González, de 61 años, Roque Samudio, de 58, y Gerardo Orué, de 49, entonaban cánticos religiosos en honor a la imagen de la Virgen que preside la escena desde un pequeño altar.
"Me siento con mucho dolor, pero no por los clavos, sino por estar en un país tan hermoso como Paraguay, y tener que pasar por esto para pedir por nuestros derechos", declaró Cáceres a Efe.
En consecuencia con ese mensaje, la base de la cruz en la que permanecerá acostada Cáceres llevaba escrito en un cartel "Vencer o morir", a lo que alguien añadió después: "La mujer paraguaya vencerá".
Cáceres se une al "martirio" de González, Samudio y Orué, que permanecen siete días alimentándose de suero y de zumo de zanahoria para disminuir las deposiciones y poder permanecer acostados y sin movimientos bruscos.
Reclaman derechos laborales que, según dicen, se les adeudan por un convenio suscrito en 1974 por los gobiernos, entonces dictatoriales, de Paraguay y Brasil.
EFE
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