A propósito del evangelio del domingo el Padre Clemente Sobrado dice que es fácil creer que amamos a Dios. Lo difícil es probarlo amando al prójimo tanto como amamos a Dios, señala.
P. Clemente: Queridos amigos, una pregunta y una doble respuesta. Le preguntan por el mandamiento principal de la ley. Para ninguno era un secreto que lo primero de todo era el amor a Dios.
Pero Jesús va más lejos y les responde también sobre el segundo: el amor al prójimo. Pero no se queda ahí. Siguen dos afirmaciones claves:
Que el segundo mandamiento es igual y tan importante como el primero. Es decir, que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios. Y aún añade: que todo ese mundo de mandamientos y preceptos, en total más de seiscientos, todos ellos quedan reducidos a dos: el amor a Dios y el amor al prójimo.
Yo estoy convencido de que ninguno de ustedes pone en duda el amor a Dios, de lo que no estoy tan convencido es que pongamos en el mismo rango o paralelo, el amor al prójimo. Amar a Dios ¿cómo no? Pero eso de amar al prójimo ya nos suena a otra música.
Yo estoy convencido de que aquí Jesús no quiso dar tanta importancia al primero. Era algo evidente para todos. Lo que Jesús quiso dejar en claro es el amor al prójimo. No en vano, a lo largo del Evangelio aparecen expresiones como: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. “Ama a tu prójimo como si me amases a mí”. Para terminar con algo desconcertante: “ama a tu prójimo como yo mismo os he amado a vosotros”.
Ahora se entienden ciertas afirmaciones de la Encíclica “Dios es amor”, cuando dice: “Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí; en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios”. (n.15)
Y otra frase linda y maravillosa, es aquella cuando el Papa afirma: “Lo que se subraya es la inseparable relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia”.
Como veis una Evangelio que bien pudiéramos llamarle el “test para saber si amamos a Dios”. Porque es fácil creer que le amamos. Lo difícil es probar su veracidad. Y aquí nos podemos llevar demasiados chascos y engaños.
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