En Somalia el 15% de los niños no llegan a su quinto cumpleaños y el 90% de las mujeres pierden a algún hijo a lo largo de su vida.
Tras superar un embarazo sin supervisión médica y un parto en casa, la lucha de las madres somalís continúa: todavía tienen que enfrentarse a una alta posibilidad de que sus pequeños mueran en los cinco primeros años de vida. Somalia es actualmente el peor lugar del mundo para ser madre.
Las cifras hablan por sí solas: el 15% de los niños que nacen en este conflictivo país del Cuerno de África no llegan a su quinto cumpleaños y el 90% de las mujeres pierden a algún hijo a lo largo de su vida.
El precario sistema sanitario es el primer obstáculo al que se enfrenta una mujer embarazada. La gran mayoría de la población vive en zonas rurales, aisladas por la falta de infraestructura, lo que les obliga a viajar cientos de kilómetros para llegar al hospital más cercano.
La vulnerabilidad de las mujeres aumenta cuando viven a la sombra de una sociedad extremadamente machista. "Sus maridos no les permiten salir de casa y ver a un doctor", lamenta a Efe Hassan Noor Saadi, director de Save The Children en Somalia.
"Además, estar unas horas fuera y dejar a los niños en casa es muy complicado para ellas", explica, "por eso la gran mayoría de las mujeres no reciben el tratamiento adecuado durante el embarazo".
Esto provoca que el 5,5% de las somalís mueran durante el embarazo, mientras que en España, por ejemplo, la mortalidad materna ronda el 0,006%.
Pero la prueba de fuego llega el día del parto. El 90 por ciento de las mujeres da a luz en casa en condiciones muy precarias (sin electricidad ni agua potable) y bajo el cuidado de personas sin cualificación.
Unas pocas afortunadas son atendidas en hospitales o centros sanitarios, cuyos recursos distan mucho de los estándares mínimos de cualquier paritorio de un país desarrollado.
"Las casas en el país son extremadamente pobres y pequeñas, en ellas vive muchísima gente. Las condiciones en las que dan a luz son terribles y el riesgo a que la madre o el niño sufran complicaciones es muy elevado", apunta Noor.
Eso explica que 46 de cada 1.000 bebés mueran en el parto, pese a que la mayoría de estas muertes podrían evitarse en cualquier rincón de Occidente.
Ante posibles complicaciones durante el parto, la capacidad de reacción es muy limitada.
Conseguir una ambulancia o un coche para trasladar a la madre o al bebé es casi misión imposible y, si lo logran, ambos pueden morir en el trayecto ante la falta, por ejemplo, de un banco de sangre para realizar una transfusión.
Pero en opinión de Noor, lo que realmente convierte a Somalia en el peor país del mundo para ser madre es el alto riesgo que existe a perder un hijo: "9 de cada 10 mujeres pierden algún hijo durante su vida. Este es el peor dolor que puede sufrir una madre".
El 15 % de los niños mueren antes de los cinco años, predestinados a una infancia marcada por una grave crisis alimentaria, un largo conflicto armado y uno de los niveles económicos y educativos más bajos del mundo.
No es casualidad que la peor región para tener un niño sea África Subsahariana: Somalia, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Mali, Níger, Gambia, Costa de Marfil, Chad, Guinea Bissau y Sierra Leona son los diez peores países a nivel mundial, según el último informe de Save The Children.
"Todos tienen los mismos problemas: pobreza, falta de inversión gubernamental en el sector sanitario y educativo y una alta vulnerabilidad", apunta Noor.
"En el caso de Somalia, uno de los grandes obstáculos es que la ayuda internacional se destina a la seguridad y a mejorar el Ejército. La sanidad o la educación queda en el olvido", lamenta.
Pese a que en 2013 más de la mitad de los niños menores de cinco años que murieron en todo el mundo vivían en África Subsahariana, empieza a haber algunos rayos de esperanza dentro de la región, como por ejemplo en Etiopía y Uganda.
En Kampala, la capital ugandesa, la mortalidad infantil ha descendido un promedio de un 7 % anual durante los últimos seis años, mientras que en Etiopía se ha reducido un 53 % en las últimas dos décadas gracias a la mejora de sus servicios.
EFE
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