La fiebre de Lassa es una fiebre hemorrágica viral, a menudo fatal, causada por el virus de Lassa. La transmisión del virus de Lassa a los humanos ocurre comúnmente por ingestión o inhalación de material contaminado. Pero también existe transmisión de persona a persona, que puede ocurrir después de la exposición a la sangre, tejidos, secreciones o excreciones de una persona infectada con el virus de Lassa.
Durante las primeras tres semanas de 2023, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Nigeria (NCDC) ha notificado un total de 244 casos confirmados de fiebre de Lassa en 16 estados del país, con 37 muertes y una tasa de letalidad del 15,1 %. Esta situación implica una tendencia al alza sin precedentes en el número de casos confirmados notificados en comparación con años anteriores. Por eso se ha activado el nivel 2 del Centro Nacional de Operaciones de Emergencia multisectorial para la fiebre de Lassa.
La primera paciente fue una enfermera misionera
La fiebre de Lassa es una fiebre hemorrágica viral, a menudo fatal, causada por el virus de Lassa. La enfermedad fue descrita en la década de 1950 y la primera infección del virus de Lassa en humanos fue documentada en 1969. La paciente era una enfermera misionera que se infectó mientras trabajaba en una clínica rural cerca de la aldea de Lassa, en el norte de Nigeria.
La enfermera murió tras ser transportada a la ciudad de Jos, a más de 600 kilómetros de distancia, para recibir tratamiento en el Hospital Bingham que habían establecido misioneros estadounidenses.
En Jos, dos enfermeras más se infectaron y también fallecieron. Una tercera enfermera, Lily (Penny) Pinneo, que había atendido a las anteriores, también cayó enferma, pero sobrevivió a la infección, después de ser transportada al Presbyterian Hospital de Nueva York. Eso la convirtió en la primera víctima conocida que sobrevivió a la enfermedad.
Las muestras de sangre de las enfermeras infectadas se analizaron en la Universidad de Yale, donde se aisló por primera vez el virus de Lassa. El aislado de Pinneo se designó como la cepa tipo. Dos investigadores de Yale se infectaron con el virus durante estos estudios iniciales y uno de ellos murió.
Estas primeras experiencias con el virus de Lassa brindaron incentivos para desarrollar medidas mejoradas para estudiar patógenos emergentes, incluida la construcción de laboratorios de alta biocontención, que operan bajo estrictas regulaciones y supervisión.
El virus Lassa es un virus de ARN de cadena negativa bisegmentado, monocatenario y envuelto que pertenece a la familia Arenaviridae. Los roedores, en particular la rata africana de pelaje suave (Mastomys natalensis), se consideran los huéspedes naturales del virus. Las especies Mastomys erythroleucus, Hylomyscus pamfi y Mus baoulei (el ratón pigmeo) también han sido detectados cómo reservorios importantes.
Los roedores eliminan el virus en la orina y los excrementos, y el contacto directo con estos materiales, al tocar objetos sucios, comer alimentos contaminados o exponerse a cortes abiertos o llagas, puede provocar una infección.
La transmisión del virus de Lassa a los humanos ocurre comúnmente por ingestión o inhalación de material contaminado. Pero también existe transmisión de persona a persona, que puede ocurrir después de la exposición a la sangre, tejidos, secreciones o excreciones de una persona infectada con el virus de Lassa.
La rata africana de pelaje suave se reproduce con frecuencia, produce un gran número de crías y son numerosas en las sabanas y bosques del oeste, centro y este de África. Además, tiene facilidad para colonizar los hogares humanos y las áreas donde se almacenan los alimentos. Todos estos factores contribuyen a la propagación relativamente eficiente del virus Lassa de roedores infectados a humanos. La enfermedad es común en Sierra Leona, Ghana, Mali, Nigeria, Benin, Togo, Guinea y Liberia. Sobre todo en la estación seca, de noviembre a abril.
Algunas medidas preventivas sencillas están basadas en promover una buena “higiene comunitaria” para desalentar la entrada de roedores a los hogares. Eso incluye el almacenamiento de cereales y otros alimentos en recipientes a prueba de roedores, la eliminación de la basura lejos del hogar, la limpieza de los hogares e incluso la crianza de gatos como método de control.
Difícil de identificar
Identificar el inicio de la enfermedad suele ser difícil debido a que presenta síntomas generalizados y una presentación clínica inespecífica: fiebre, vómitos, fatiga, dolor abdominal, dolor de garganta, dolor torácico y mialgia. Después puede progresar hacia complicaciones graves como encefalitis, dificultad respiratoria, hemorragia, problemas neurológicos y pérdida de audición.
El período de incubación de la enfermedad suele ser de 7 a 10 días, con un máximo de 21 días. La infección es leve o asintomática en el 80 % de los casos. Por lo general, la tasa de letalidad de la fiebre de Lassa es del 1-2 %. El número de infecciones anuales por el virus de Lassa en África se estima entre 300 000 y 500 000, con aproximadamente 5 000 muertes.
Desafortunadamente, tales estimaciones son crudas, porque la vigilancia de los casos de la enfermedad no se realiza de manera uniforme. Por lo tanto la tasa de letalidad podría estar infravalorada. De hecho, es conocido que algunos brotes del virus han alcanzado una mortalidad superior al 20 %. Aproximadamente un tercio de los sobrevivientes sufre pérdida auditiva neurosensorial de aparición súbita. En los países endémicos, donde el acceso a los audífonos es limitado, la pérdida auditiva provoca una disminución de la calidad de vida de los afectados y una carga social y de salud pública. Se estima que la pérdida de audición supone un coste económico para Nigeria de 43 millones de dólares al año.
Además, el virus Lassa tiene una alta afinidad por la placenta y los tejidos vasculares por lo que las tasas de mortalidad de las mujeres, en el tercer trimestre del embarazo, son particularmente altas. El aborto espontáneo es una complicación grave de la infección y tiene una mortalidad estimada del 95 % en fetos de madres embarazadas infectadas.
Actualmente no existe una vacuna que proteja contra la fiebre de Lassa, pero el antiviral ribavirina parece ser un tratamiento eficaz cuándo se administra en las primeras etapas del curso clínico de la enfermedad.
Un brote local puede transformarse en pandemia
La fiebre de Lassa sigue siendo una amenaza para los países endémicos y no endémicos. Las personas que viajen a áreas que experimentan brotes en curso deben evitar la exposición a roedores, el consumo de alimentos y bebidas potencialmente contaminados por excrementos de roedores y la exposición a personas que experimentan síntomas de fiebre hemorrágica.
Los expertos en salud pública deben permanecer atentos a la posibilidad de casos de fiebre de Lassa importados y garantizar un diagnóstico temprano para evitar la transmisión secundaria. Experiencias recientes nos han demostrado que un brote local puede transformarse en una pandemia global. Por ello, es importante implementar estrategias orientadas hacia el enfoque One Health (Una Sola Salud), que permitan mejorar las acciones de vigilancia y prevención y facilitar la investigación sobre el desarrollo de nuevos antivirales y vacunas.
Por supuesto, implementar políticas gubernamentales que promuevan la reconstrucción de las infraestructuras de salud pública y el fortalecimiento de los frágiles sistemas de salud africanos es crucial para prevenir y frenar los futuros brotes de enfermedades infecciosas emergentes que surjan en el continente africano.
Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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