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Satélite CryoSat, el centinela del hielo, enfila la rampa de lanzamiento

Foto: ESA
Foto: ESA

El satélite más complejo jamás diseñado para analizar las capas de hielo de la Tierra, se pondrá rumbo al espacio exterior el próximo 8 de abril.

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El CryoSat, el satélite más complejo jamás diseñado para analizar las capas de hielo de la Tierra, se pondrá rumbo al espacio exterior el próximo 8 de abril con el objetivo de proporcionar datos útiles para evitar que se derritan los polos.

El satélite, que acometerá una de las seis misiones de observación de la Tierra del programa Planeta Vivo de la Agencia Espacial Europea (ESA), es la herramienta más avanzada de la historia para "saber cuánto hielo va desapareciendo de las capas polares", explicó el jefe de mantenimiento de los satélites del programa, Miguel Canela.

La capa de hielo que cubre el océano Ártico ha alcanzado mínimos históricos en los últimos veranos y, aunque la observación de la cubierta de hielo desde el espacio no es nueva, "es necesario determinar cómo está variando el espesor del hielo" para entender mejor el cambio climático, señala la ESA.

El CryoSat, que debe su nombre a la palabra griega "kryos" para frío o hielo, aportará información, por ejemplo, sobre la Corriente del Golfo, que provoca que "en el oeste de Europa tengamos unos 6 ó 7 grados más de temperatura de lo que nos correspondería por latitud", señala Canela, y que provocaría alteraciones climáticas en caso de verse afectada.

Además, esta joya tecnológica de 720 kilos de peso equipada con un altímetro radar en microondas, ofrecerá datos con precisión de un centímetro sobre las variaciones del espesor del hielo, que pueden alcanzar los cinco kilómetros en la Antártida, y ampliará también los conocimientos que hoy tenemos sobre la salinidad de los océanos.

Tres meses después de su lanzamiento desde la base rusa de Baikonur, en Kazajistán, permitirá a los científicos conocer con más profundidad el efecto de las placas polares como "espejo" de las radiaciones y defensa natural contra el calentamiento global.

El hielo, al tratarse de una superficie blanca, permite que parte de las radiaciones solares reboten y regresen a la atmósfera, mientras que las zonas terrestres las absorben, describe Canela, quien cuenta con más de veinte años de experiencia en el seno de la ESA, con sede en París.

La fundición de los polos, prosigue, se convierte en un "bucle" pues cuanto más hielo se derrite, más radiaciones absorbe la Tierra, más severo es el cambio climático y más rápido se funden los casquetes polares.

Algunos científicos opinan que ya hemos llegado al "Rubicón" o punto de no retorno, aunque "aún hay más optimistas que pesimistas", que creen que se puede evitar la espiral que nos llevaría hacia la inevitable fundición de los casquetes, revela este ingeniero de telecomunicaciones instalado en Holanda.

Pero la desaparición de los polos, que hacen que el nivel del mar aumente unos 3 milímetros cada año, no es la única amenaza que se esconde tras el polo Norte y Sur.

En 2007, el deshielo de la superficie helada del océano glaciar Ártico hizo que, por primera vez en la historia, la ruta marítima del paso del noroeste se abriese, suculento punto de tránsito de mercancías para los Estados que quieren explotar comercialmente el calentamiento global aunque, como recuerda Canela, "políticamente hablando, nadie es propietario del Polo Norte".

Otra de las batallas que se librarán en el futuro será la lucha por el control de los hidrocarburos que yacen bajo las capas polares pues "bajo la Antártida hay, probablemente, petróleo y gases que pueden resultar muy interesantes", indica Canela.

Estos intereses económicos darán lugar a "grupos de presión", agrega el científico, que advierte de que hay "zonas del mundo donde (el cambio climático) tiene un efecto devastador y otras donde es muy rentable a medio o largo plazo".

Las estimaciones del Instituto de Investigaciones Geológicas de Estados Unidos apuntan a que bajo el Círculo Polar Ártico se esconden unos 90.000 millones de barriles de petróleo, es decir, suficiente crudo como para satisfacer la demanda mundial durante unos tres años o, lo que es lo mismo, en torno al 13 por ciento de las reservas mundiales de petróleo aún no descubiertas.

No en vano, los países que rodean el Océano Ártico -Rusia, Canadá, Dinamarca, Noruega y EEUU- ya se disputan el control de la región. EFE

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