El anuncio de la victoria de Joe Biden pone fecha límite -el 20 de enero- a una gestión que ha dividido el país y al mundo como quizás ningún otro mandatario; y ha profundizado las fracturas políticas y sociales en el gigante norteamericano.
Donald Trump prendió fuego al mundo político de Estados Unidos en 2016 y nunca apartó la vista de esas llamas, que salpicaron de escándalos sus cuatro años en el poder, pero no bastaron para garantizarle un segundo mandato en un país desgastado por la pandemia y la crisis económica.
El presidente ha dejado claro que no aceptará fácilmente la derrota y aún confía en sus maniobras legales para cuestionar el escrutinio en varios estados clave, pero las proyecciones de los principales medios proclamaron este sábado la victoria de su rival, el demócrata Joe Biden.
El anuncio puso fecha límite -el próximo 20 de enero- a la Presidencia de Trump, que ha dividido el país y al mundo como quizás ningún otro mandatario estadounidense y ha profundizado unas fracturas políticas y sociales que seguirán abiertas mucho después de que abandone la Casa Blanca.
Guiado toda su vida por una fuerte necesidad de aprobación, el mandatario se dejó la piel en decenas de mítines durante una larga e intensa campaña, pero no logró revivir las opciones que tenía a principios de este año, cuando confiaba en una holgada reelección gracias al buen desempeño de la economía.
Desgastado por la cifra astronómica de muertes por la COVID-19, la peor crisis económica del país desde la Gran Depresión y un movimiento popular contra el racismo; Trump se convirtió en el undécimo presidente de un solo mandato de la historia de EE.UU., algo que no ocurría desde la derrota de George H. W. Bush en 1992.
Un insurgente en la Casa Blanca
A la hora de convencer a los votantes, el mandatario se encomendó a la misma estrategia electoral que le funcionó en 2016, la de perfilarse como un enemigo del aparato político del país.
Poco importaba que Trump sea ahora quien encabece buena parte de ese aparato: en su imaginario y en el de sus seguidores, el supuesto "Estado profundo" siempre ha estado controlado por los demócratas y sus presuntos "infiltrados" en la burocracia del Gobierno, y tiene lazos con Biden.
"Hemos pasado los últimos cuatro años reparando el daño que Joe Biden infligió en los últimos 47 años (de su carrera política)", aseguró Trump durante su discurso en agosto pasado ante la Convención Nacional Republicana.
El exempresario, de 74 años, sigue percibiéndose como alguien ajeno a los engranajes de lo que define como la "ciénaga" de Washington, a pesar de que, desde que llegó al poder, ha alimentado los intereses de muchos de los más poderosos de ese aparato, incluidos grupos de presión que ayudaron a su campaña de reelección.
Al bajar las escaleras mecánicas doradas de la Torre Trump en 2015 y anunciar su campaña presidencial, el entonces magnate inmobiliario se convirtió en la peor pesadilla del Partido Republicano, pero esa formación acabó por amoldarse al mandatario, dejando por el camino algunas de sus figuras y prioridades clave.
La reacción a Obama
Desde que llegó al poder, en enero de 2017, Trump ha abrazado la provocación como forma de Gobierno y herramienta de distracción, atacando a los medios de comunicación y poniendo a prueba a las instituciones del país, cuyos tribunales han tramitado cientos de demandas contra muchas de sus políticas.
El mandatario ha revolucionado Washington a golpe de Twitter y regularmente manipula o exagera los hechos, con más de 22 000 mentiras o afirmaciones falsas desde que llegó al poder, según el recuento del diario The Washington Post.
Con el lema "Estados Unidos primero", Trump ha puesto patas arriba la relación con aliados de Washington como Canadá y la Unión Europea, ha protagonizado un histórico acercamiento con Corea del Norte que lleva más de un año estancado y ha convertido a China en su peor enemigo, con una guerra comercial.
Su ascenso al poder fue una reacción al mandato de su némesis, el expresidente Barack Obama, al que Trump dirigió ataques racistas desde 2011 y cuyo legado se ha esforzado en destruir desde la Casa Blanca, al retirarse del acuerdo nuclear con Irán y del pacto de París sobre el clima, además de congelar el deshielo con Cuba.
Aunque Trump ha deshecho muchas de las regulaciones de Obama y nombrado un récord de jueces conservadores en tribunales federales, incluidos tres en el Supremo; no ha conseguido cumplir una de sus promesas de campaña clave: derogar la reforma sanitaria de 2010, conocida como Obamacare.
A la sombra del muro
Su otra promesa estrella, la construcción del muro en la frontera con México, la ha cumplido parcialmente: ha conseguido erigir casi 640 kilómetros (400 millas) de barrera, aunque la gran mayoría reemplazaba una valla que ya existía; y no hay ningún viso de que el país vecino vaya a sufragar los costos, como aseguró Trump.
En materia de migración, Trump ha erosionado profundamente el derecho de los indocumentados a solicitar asilo, enviándolos a México a esperar durante meses una cita en un tribunal de EE.UU., mientras intentaba constreñir la inmigración legal y perfilaba a quienes no tienen papeles como criminales, sin matices.
Trump ha pasado casi todo su mandato bajo investigación: primero fue la pesquisa sobre la trama rusa del fiscal especial Robert Mueller, que concluyó en 2019 sin grandes consecuencias; y luego el juicio político terminado el pasado febrero, que absolvió al presidente de dos cargos por sus presiones a Ucrania.
El ascenso de un magnate
Nacido en 1946 en Nueva York de una familia descendiente de emigrantes alemanes, Donald John Trump se licenció en Economía Financiera y a los 28 años tomó el relevo de la empresa inmobiliaria de su padre para adentrarse después en el sector de los casinos, con un ascenso en ocasiones complicado y marcado por las deudas.
Productor de los concursos de belleza Miss Universo y Miss América, Trump estrenó la década pasada su propio programa de televisión, The Apprentice, donde varios candidatos competían por un empleo en su corporación, algo que alimentó su fama e impulsó su carrera presidencial.
Con una fortuna personal estimada en unos 2 100 millones de dólares, Trump está casado con la modelo eslovena Melania Knauss desde 2005, con la que tiene un hijo. Con anterioridad, estuvo unido a la deportista Ivanna Winkerlmayr, con la que tuvo tres hijos, y con la actriz Marla Maples, con la que tuvo una hija. (EFE)
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