Los francotiradores intentan marcar la diferencia, mientras intensos combates y bombardeos se producen en lugares como Bajmut, una ciudad ucraniana que el ejército ruso intenta conquistar desde hace meses.
"¡No le tengo miedo a los rusos!", exclama Voron, francotirador de los guardias fronterizos ucranianos en la región del Donbás. "¡Pero no le digas a mi madre que estoy aquí!", añade entre risas este soldado de 29 años en Ucrania.
Desde niño, Voron soñaba con ser francotirador. En las películas de acción, los francotiradores suelen ser descritos como lobos solitarios, despiadados y silenciosos, que buscan matar a sus presas con eficacia quirúrgica.
Pero "Voron" -su nombre de guerra, que significa "cuervo" en ucraniano- describe una realidad muy distinta.
Para llevar a cabo sus tareas, necesita mucho más que su AXMC, un fusil que permite alcanzar objetivos situados hasta un kilómetro y medio de distancia.
"Por lo general, el material que tengo no siempre cabe en un solo automóvil", explica, con la cara oculta por una máscara de esquí y una capucha térmica para protegerse del frío y mantener su identidad secreta.
"Llevo palas para construir mi posición, y municiones por supuesto. También mi grupo de cobertura con un observador. Generalmente cinco o seis personas, cuatro como mínimo", detalla.
A pesar de los intensos combates y bombardeos incesantes en lugares como Bajmut, una ciudad ucraniana que el ejército ruso intenta conquistar desde hace meses, los meses de invierno ralentizaron el ritmo de la batalla por el control del Donbás.
No obstante se prevé que el conflicto se intensifique a medida que se acerca el primer aniversario de la invasión rusa, el 24 de febrero.
Preparación y espera
Los francotiradores pueden llevar a cabo misiones de reconocimiento de objetivos de hasta tres kilómetros, o disparar a pequeños grupos de combatientes enemigos desde escondites.
Pero su principal tarea es vigilar meticulosamente cualquier cambio que ocurra en los alrededores. En una zona rural, "un arbusto que no estaba allí el día anterior podría albergar a un francotirador enemigo", explica.
"En las zonas más urbanas buscamos cambios en ventanas o techos, y lo que no es como debería ser. Todo representa una amenaza", precisa.
Voron elude una pregunta sobre la eficacia de los francotiradores en la guerra hasta hoy, pero mantiene que éstos siguen siendo esenciales.
"Algunas personas nos odian. Pero si hay problemas, la gente siempre quiere que estemos allí", dice.
Los francotiradores ocupan un lugar especial en la unidad paramilitar que, en tiempos de paz, patrulla las fronteras de Ucrania. "Somos los ojos de nuestro comandante y los que eliminaremos la amenaza más peligrosa, a menos que se trate de un tanque", subraya.
Mirar en un visor telescópico durante largas horas puede ser estresante, explica Voron, pero no hay nada tan difícil como resistir el frío helado durante horas.
Los francotiradores pueden permanecer en una misma posición hasta dos días. Incluso cuando las temperaturas descienden a -12ºC, como ocurrió recientemente.
"Es un trabajo duro", dice. Pero la preparación y la espera, por dolorosas que sean, son la fuerza de estos hombres.
"Hay una broma en el ejército que cuenta que si le dices a la infantería y a un francotirador que tienen ocho horas para derribar un árbol, la infantería pasa ocho horas cortándolo. El francotirador pasa siete afilando su hacha y luego lo corta de un solo golpe", resume.
(Con información de AFP)
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