El mes de mayo es el mes de las cruces, aquellas que no tienen el renombre de la del Cerro Chalpón de Motupe. Aquí conozca la celebración de la Cruz de Pañalá.
No es la imagen de Dios ni la de su hijo hecho hombre, pero hace recordar el inmenso amor de Cristo a la humanidad: la Cruz de Pañalá es el símbolo de la unidad del pueblo de Mórrope (Lambayeque), en la fe de Cristo Salvador.
Reza la historia que un 10 de mayo de 1961, a las 9 de la mañana, un criador de ganado cabrío que buscaba intensamente sus animales desde hacía dos días por el lado oeste de los terrenos comunales vio entre las ramas de un vichayo una manito de palo de algarrobo puro corazón que desde el suelo se veía en el aire y al acercarse se dio cuenta de que se trataba de una cruz, la que sacó y colocó cerca de la noria de agua, a dos kilómetros de su humilde choza en las Pampas de Pañalá del distrito de Mórrope.
Esta historia pertenece al relato del comunero Encarnación Ynoñán Cajusol, quien dijo que la cruz permaneció en el lugar durante ocho días sin mayores novedades, hasta que al pasar el tiempo, al revisarla, se dieron cuenta que en el hombro derecho tenía una cruz chica hacia atrás, la cual al cortarla brotó un líquido parecido a la sangre, sin prestarle mayor interés.
Al paso de los días el caserío sufrió un duro castigo, por cuanto se malogró el agua de la noria, sufriendo sus pobladores al tener que cargar agua de norias muy lejanas.
Al darse cuenta de su grave error, los pobladores se arrepintieron y de un momento a otro brotó agua buena nuevamente, aquella agua a la que estaban acostumbrados beber desde siempre.
Desde esa fecha, prometieron llevar la cruz al pueblo de Mórrope para que en la iglesia San Pedro de Mórrope se hiciera la bendición; acto que realizó el reverendo padre Mariano Rabanal, un 25 de noviembre de 1961.
En dicho acto religioso, y reunidas todas las autoridades locales, acordaron por unanimidad que a partir de esa fecha se llamaría Santísima Cruz de Pañalá y se formó la primera “mayordomía”, presidida por don Encarnación Ynoñán Cajusol (ahora fallecido).
Con el paso de los años se le atribuye a este santo madero una serie de milagros que han cambiado la vida de los morropanos devotos o no. Son cientos y miles los creyentes de la localidad y quienes vienen de otros lugares lejanos a venerarla en el marco de unas festividades que todos los años unen a la comunidad morropana y que van creciendo de una manera asombrosa.
Por: Juan Cabrejos
Lea más noticias de la región Lambayeque
Comparte esta noticia