El Huaytapallana es un nevado que ha atestiguado la existencia de Huancayo desde su aparición hace cientos de años, hasta la actualidad, en que corre peligro de desaparecer.
Al pisar el Huaytapallana es difícil creer que aquel gigantesco nevado está en proceso de desaparición. Su imponencia aplasta al visitante desde el mismo momento en que uno se acerca y siente en el rostro el golpeteo de su aliento helado.
Alberto Rodríguez ha visitado el nevado en su niñez. Después de 25 años, sus facciones han perdido la elasticidad y delgadez con que partió a Europa. Desde mediados de los setenta el nevado se ha reducido a un ritmo de más de ocho metros por año. Al verlo, Alberto lo comprueba y no puede creerlo.
Para llegar al Huaytapallana hace falta recorrer unos 29 kilómetros al noreste de Huancayo. La van toma un camino al borde del Shullcas, cuyas aguas son cristalinas a estas alturas, y dando saltitos entre los baches, se llega a Acopalca —donde hay truchas frescas y queso sin sal— y toma el desvío de la izquierda.
En el trayecto algunos visitantes se entretienen jugueteando con los celulares o las tabletas —pese a que no hay señal—, pero Alberto prefiere ver el paisaje amarillento de la puna, tapizado de musgo e ichu. «Al menos eso no ha cambiado gran cosa», piensa.
Una antigua leyenda dice que en el nevado habitan dos dioses tutelares wankas: Pariacaca y Wallallo Carhuancho, enemistados por el amor que se prodigaron sus hijos. Pero ambos fueron castigados por Wiracocha y encerrados bajo el hielo del nevado. Dice la profecía que al desaparecer el Huaytapallana los dos dioses quedarán libres y retomarán su lucha.
Al pie de la montaña, la imagen de la Virgen de las Nieves marca el inicio del ascenso a la montaña, en cuyos filos nacen pequeñas corrientes de agua que se unirán a las cinco lagunas: Azulcocha, Chuspicocha, Lazuntay, Carhuacocha y Cochagrande.
Alberto sabe que es mejor seguir al guía. Este les recuerda, como una historia siniestra, lo que pasó con una pareja, hace años, cuando se separaron del grupo y, al caer la noche, ya no pudieron encontrar el camino y la hipotermia acabó con ellos. Es la mejor advertencia para que los muchachos no se alejen del grupo.
Mientras la gente se fotografía sobre la nieve, una ligera llovizna les avisa de que ya es hora de volver. El rápido deshielo, como una premonición, les revela que esas fotos pueden ser el último rastro de lo que un día fue para los wankas el sagrado Huaytapallana.
Por lo pronto, aunque diversos organismos intentan salvar el nevado, sus nieves perpetuas se van reduciendo. Es una advertencia, latente, que se llevan todos los visitantes en tanto la van los regresa a la calidez de Huancayo.
Por: Juan Carlos Suárez
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