En la zona de Cerro Huacrupe, en el distrito lambayecano de Olmos, hay decenas de registros en las piedras.
Hace miles de años ya el ser humano recorría áreas de lo que hoy es la región Lambayeque. Sus huellas están en cerros y cuevas ubicadas en las estribaciones andinas. A lo largo del la franja donde empieza la zona andina, desde Nueva Arica hasta Olmos, los registros de petroglifos son innumerables.
En la zona del hoy distrito de Olmos, en el extremo norte de la región lambayecana, en medio de un extenso bosque de algarrobos y sapotes aparece el cerro Huacrupe, donde suntuosas rocas que forman la quebrada La Rinconada están grabadas con un conjunto de representaciones gráficas formando interesantes petroglifos.
Los antropólogos indican que este lugar habría sido usado por nuestros antepasados como un recinto ceremonial con el fin de rendirle culto al agua. El cerro Huacrupe es una de las joyas de la comunidad campesina Santo Domingo de Olmos y está ubicada a unos 60 kilómetros al noreste de la ciudad de Olmos.
El cerro Huacrupe está rodeado por un extenso bosque compuesto por algarrobos, sapotes y cetáceas que forman parte de la Ecorregión Bosque Seco Ecuatorial y en el habitan pobladores que aún guardan muchos conocimientos y destrezas de sus ancestros, que les permite vivir en una zona tan árida donde la precipitación promedio no llega a los 200 mm al año, salvo en épocas del fenómeno de El niño que puede llegar hasta 800 mm.
Los antiguos pobladores fueron perfeccionando las tecnologías para conservar alimentos y aprovechar racionalmente el agua. Los alimentos los obtenían del bosque, de la cacería de venados y aves, por ello es muy importante conservar este lugar por su biodiversidad y por la riqueza cultural que aún perdura.
Petroglifos de Huacrupe
El arqueólogo Carlos Wester La Torre, director del Museo Arqueológico Brüning de Lambayeque, explica que el cerro Huacrupe presenta un conjunto de grabados en las rocas que al parecer se han precipitado como consecuencia de una intensa acción aluvial y forman una especie de quebrada seca con vegetación característica como cactus Cola de zorro.
La quebrada hace más de cinco mil años fue usada para que los pobladores de aquella época realicen los grabados y las oquedades a manera de altares líticos muy similares a las halladas en Udima, Tongorrape, Montería y Cerro Mulato.
“Las imágenes corresponden a una reconocida tradición artística y tecnológica documentada ampliamente en el nororiente del Perú en sitios como Yonán en Cajamarca; Cerro Mulato y Montería en Chongoyape; Saltur, Patapo y Los Boliches en Olmos. En este último caso por la relación geográfica de Huacrupe en el ámbito de Olmos no resultaría extraño suponer que forma parte de una época cuyos hombres comparten un conjunto de iconos que traducen un mensaje de su cosmovisión” explica el arqueólogo, Carlos Wester La Torre, quien remarca que estos vestigios representan un tesoro digno de ser estudiado y preservado.
Wester remarca que los petroglifos de Olmos son la reafirmación del hombre como artista que desarrolló una serie de técnicas para plasmar un mensaje, donde los símbolos debieron contar en su momento eventos o rituales de episodios en este lugar.
Apu Huacrupe
En un espacio de cerca de un kilómetro mientras se asciende a la quebrada La Rinconada, la escena se torna cada vez más mística. El calor y el ambiente agreste se suman a la espectacularidad de este recodo, varios gráficos flanquean el ambiente como vigilantes del Apu Huacrupe.
“Estas imágenes se pueden dividir en figurativas, geométricas y compuestas. En las figurativas predominan seres sobrenaturales antropomorfos, zoomorfos y fitomorfos. Las geométricas aparecen trazos de inspiración en formas cerradas regulares e irregulares poligonales y para las compuestas es la mezcla de ambas. Existen algunas imágenes que tienen una representación definida como la de un círculo que en su interior tiene la imagen de un ser con un ojo con trazo curvilíneo muy similar a la que se conoce en la época temprana del periodo formativo”, explica Wester.
Para Wester es probable que estos puntos marquen derroteros de tránsito que fueron usados como área de peregrinación en los procesos de desplazamiento de las comunidades de un valle a otro.
No debemos olvidar de que los cerros han tenido y siguen teniendo en el mundo de la filosofía andina un significado religioso.
Los incas le llamaron a los cerros Apus o los custodios de la vida y la muerte. Los Mochicas los asociaban con una deidad del Dios de las montañas y en épocas más tempranas se convirtieron algunos de estos espacios en lugares para plasmar toda la simbología religiosa como este caso de Huacrupe.
Aprovechemos un fin de semana para estirar las piernas, caminar y conocer zonas donde hace miles de años ya el ser humano dejaba huellas de su presencia.
Por Juan César Cabrejos Becerra
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