La etapa escolar es una de las mejores de la vida pues ahí forjas amistades y recuerdos para siempre.
Debo confesar que nunca desfilé en mi etapa escolar. A pesar de pertenecer a la promoción de una emblemática Institución Educativa como la Gran Unidad Escolar José Faustino Sánchez Carrión, con 62 años de historia educativa, y conseguir el último gallardete en la época de los concursos competitivos, la verdad es que siempre aprecié los desfiles desde la tribuna.
Aun así, pude celebrar alborozado junto a mis compañeros de aula el triunfo escolar frente a nuestro clásico rival estudiantil, el colegio San Juan, plantel canario al que solo le quedó aceptar su trabajada derrota en 1995. Quizá por tantos recuerdos, agolpados en un rincón del subconsciente, es que dicen que la mejor etapa de la vida es la época escolar.
Es allí cuando uno conoce a los amigos del alma, a los compañeros de siempre, aquellos espíritus también errantes que se reencontrarán algún día para rememorar los grandes momentos que sin duda marcan de por vida. Tu colegio, tu aula, tu patio, tu kiosco, las áreas deportivas, los laboratorios, los aniversarios del cole, concursos educativos y los clásicos desfiles de Fiestas Patrias; forman parte imprescindible de un rincón del corazón.
Apartando en algo los sentimentalismos, me parece adecuado para la época reflexionar sobre la importancia de los desfiles escolares. ¿Qué tienen de emocionante los desfiles? Para comprenderlo hay que identificarse con el colegio, querer al plantel que nos nutrirá el alma para luego enfrentar a las veleidades de un mundo tan hermoso como complicado.
A mí me tocó ser granate, color característico de la GUE JFSC, y desde la primaria vi el esfuerzo de mis compañeros de grados avanzados al momento de prepararse para el día esperado. La disciplina, el corte de cabello, la elegancia del uniforme de la Banda de Músicos y su clásico sonoro Túpac Amaru; se convirtieron en rasgos fundamentales de mi pubertad y adolescencia. Sin rubor diré que crecí con ese sonido de guerra e identificación con mis colores.
También hice barra, caminé, aplaudí, grite y me contagié del fervor de quienes anhelan un triunfo al tener frente al clásico rival. Por todo eso un desfile se vive intensamente. Como no recordar el recorrido durante toda la avenida España, donde se desarrollaba el recorrido de los años 90.
Recuerdo el papel picado y la policía controlando que el ánimo no se desborde mientras animábamos a la escolta granate y, claro, silbábamos con sorna al rival. Ese tiempo ya pasó. Y hoy me viene a la memoria aquella frase que decía “todo tiempo pasado fue mejor” aplicada para criticar la calidad educativa en esta cuando que no se enseña como antes la Educación Cívica y otros tantos cursos formativos de pensamiento.
A pesar de la evidente rivalidad, el año 2012 surgió una idea de integración que ha tenido singular éxito. Se trataba de conformar una gran banda de músicos con colegios tradicionales como el Santa Rosa de Madres Dominicas, el centenario colegio nacional San Juan y, como no, la GUE José Faustino Sánchez Carrión.
Ya en este 2013, se invitó al centro educativo de mujeres Hermanos Blanco más conocido como colegio Belén. Entonces los desfiles tomaron otro cariz en épocas de redes sociales, cuando compartir una imagen de los colegios emblemáticos es abrir un baúl inacabable de recuerdos y expectativas. Digna de aplauso es la idea de la integración, la que podría generar la unión de muchos más colegios, aunque en los cuatro que hoy participan está la síntesis del pundonor demostrado en aquellos desfiles competitivos cuando se luchaba por lograr un gallardete. Son otros tiempos, quedan los recuerdos de siempre y ya lejos están las riñas.
Hoy, los colegios marchan juntos e incluso las bandas de músicos de exalumnos de la GUE JFSC y Santa Rosa han unido su arte para encandilar en otros eventos como el Festival de la Primavera.
Por: Davinton Castillo
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