La parada del gallardete durante Fiestas Patrias en Huamachuco reúne a cerca de 20 mil personas.
Cada 29 de julio, Huamachuco se viste de rojo y blanco, y lo hace a través de una ceremonia que, con el correr de los años, ha adquirido respeto y renombre. Se trata de la tradicional y patriótica parada del gallardete patrio.
Esta ciudad andina, ubicada en la provincia liberteña de Sánchez Carrión, se levanta imbuida de fervor patrio superando los 3 mil metros sobre el nivel del mar. Allí donde el aire serrano se hace más puro, se muestra indesmayable el amor por nuestra tierra.
Pero, ¿qué convierte en algo especial a esta aparente formalidad? Son varios los detalles que conjugados logran convertirla en una experiencia inolvidable.
Según los historiadores locales, la costumbre proviene de las antiquísimas épocas de la cultura "Wamachuco”, cuando se plantaba un árbol como señal de fecundidad. Más adelante, con la llegada de los sacerdotes agustinos se cambia el tronco por una bandera flameando en un madero pequeño.
Luego de la Emancipación del Perú, la ceremonia adquiere las características que perduran hasta la actualidad, vinculando las celebraciones patrias con el inicio de las actividades en honor a la Virgen de Alta Gracia, patrona de esta ciudad que cuenta con 459 años de fundación.
El gallardete tiene como base una madera de eucalipto con 42 metros de largo. Su selección es parte de la fiesta, pues la tarea se encarga con tres meses de anticipación a los representantes de una comunidad en la zona.
La comisión se cumple con inusitado gusto desde las 8:00 de la mañana en la fecha central. Luego de la respectiva bendición de un sacerdote, más de 200 forzudos varones, ayudados con sabrosa chicha de jora y hojas de coca para masticar, cargan el pesado tronco rodeados del aplauso de sus coterráneos.
Luego de 4 o 5 horas de recorrido, el preciado madero llega a la Plaza de Armas de Huamachuco para ser pintado con los colores de la bandera nacional.
Es impresionante observar, entonces, cómo alrededor de 2 mil personas participan acomodando el gallardete, jalando cuerdas o levantando el tronco para luego sembrarlo en un hoyo que debe tener unos dos metros de profundidad.
Algunas veces el madero cae intempestivamente, y los comuneros deben reiniciar los esfuerzos sin doblegarse ante las eventuales adversidades. Todo el proceso dura aproximadamente dos horas, tiempo seguido con atención por los cerca de 20 mil visitantes que suelen acudir a la imponente Plaza de Armas de Huamachuco.
El gallardete se mantiene inalterable durante los siguientes 30 días. La travesía por 6 horas desde Trujillo a través de una carretera en regular estado de conservación, se vuelve factible si se tiene como objetivo admirar el esfuerzo de estos hombres que se entregan con ímpetu al disfrute de nuestra consagrada peruanidad.
Por: Jorge Rodríguez
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