Edilberto Serrato Soplapuco “Chacalín”, da testimonio de vida para que jóvenes no caigan en malos pasos.
Su vida no ha sido fácil. Hace unos días abandonó el penal de Chiclayo (Lambayeque), donde cumplió condena por el delito de extorsión. Edilberto Serrato Soplapuco de 50 años, natural de esta región, conocido como “Chacalín”, reconoce que estuvo equivocado.
“Perdí a mi familia, a mi esposa e hijos. Ahora viven lejos y las cosas ya no son como antes. Mi hermana murió, mientras yo estaba en prisión”, contó entre lágrimas, esperando ser escuchado por la familia que ahora añora y que no supo valorar.
Las calles de Chiclayo no le son ajenas, las ha recorrido muchas veces, incluso muy de cerca a autoridades. Pero sus pasos errados, también lo han llevado a pisar las cárceles más peligrosas del país.
“Estuve en los penales La Capilla de Juliaca, Yanamayo, Challapalca, Piedras Gordas I, Piedras Gordas II y el de Cañete. En todos, la situación en la que viví fue peor y peor”, señala avergonzado. Al mismo tiempo, sabe que su verdad servirá para que otras personas, entiendan que la vida fácil al final siempre tiene un costo muy alto.
Nueva Vida. Y si bien, todo lo que pasó, recorriendo diferentes cárceles, fue duro; también aquí conoció lo que él denomina “su salvación”: la palabra de Dios.
“Yo busco recuperar el tiempo perdido. Ahora me dedico a las cosas de Dios, a llevar un mensaje a los jóvenes y decirles que la delincuencia no paga nada, las penas son muy duras, se pierde muchas cosas, sobre todo a la familia”, asegura.
En la actualidad, es miembro del Movimiento Misionero Mundial, no desaprovecha oportunidad alguna para dar su testimonio, especialmente a los jóvenes, quienes, según nos dice, siempre serán los más vulnerables para caer en cosas negativas.
“Ni los palos de la Policía, ni las lágrimas de nuestras madres nos hacen cambiar; pero sí la palabra de Dios. No hay que llegar a tocar fondo para buscarla, aunque al fin del camino siempre hay una luz y esa es Jesús”, finalizó.
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