La revelación de documentos sobre la gestión de Vizcarra en Moquegua ha dado lugar a críticas y reacciones políticas. El presidente se dice dispuesto a someterse a una nueva investigación fiscal.
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Algunos de los principales opositores al gobierno han hecho abundante uso de documentos de la Contraloría para desacreditar la obra actual de Martín Vizcarra y asociar con la corrupción su pasada gestión de gobernador regional de Moquegua. Los más radicales afirman con pretensiones de ponderación jurídica que Vizcarra debería renunciar. Otros, que guardaron silencio sobre latrocinios manifiestos y se ofuscaron ante la severidad de jueces y fiscales, descubren ahora la flama de los justicieros. También se han elevado voces como la de ex ministra de Justicia Marisol Pérez Tello que se distancian del coro de los que se indignan selectivamente para pedir prudencia y evitar la sensación de zozobra en tiempo electoral. Desde luego, no es función de la prensa independiente defender a priori a ninguna autoridad y menos pretender que la Justicia no llegue a todos por igual. Pero sí es su tarea establecer la realidad de los hechos y el marco normativo en el que deben ser comprendidos.
Del informe publicado ayer por El Comercio se han destacado tres aspectos: la fecha del desembolso, la fragmentación del pago y la reputación de las empresas que ganaron el contrato del hospital regional de Moquegua, tanto la constructora como la supervisora. Pero el hecho de que el pago se hubiera realizado la víspera del fin de su mandato es lo propio de una autoridad que quiere dejar obra, presionada por los trámites y consciente de que en caso de demora las partidas serían devueltas al Tesoro Público. Los funcionarios mediocres son los que, para ahorrarse problemas, prefieren tasas mínimas de ejecución. A diferencia de lo sucedido en otras regiones, como en Cusco, el hospital se construyó efectivamente sin que se cuestionen adendas dudosas o costos inflados. El presidente Vizcarra ha declarado que el tema ya fue investigado y archivado por la Fiscalía en dos oportunidades. Y señaló que si hubiera nuevos elementos se sometería a una nueva investigación fiscal. También el actual ministro de Transportes, Edmer Trujillo, asumió la firma de las licitaciones y adelantó explicaciones sobre lo actuado a fines del 2014, cuando era gerente general del gobierno regional de Moquegua.
En un país en el que a veces uno tiene la impresión de que las autoridades dedican lo mejor de su tiempo a atacar y defenderse de los ataques, sorprende una noticia que nos llega desde el fondo de la tierra: nuestra producción de petróleo ha aumentado considerablemente, más de 31% en el mes de noviembre. De hecho, los 63 mil barriles diarios de producción constituyen la cifra más alta de los últimos cinco años. La Sociedad Peruana de Hidrocarburos sostiene que la razón del alza es el aumento de la producción de los principales lotes de Loreto, pero también en la costa de Tumbes. Si el aumento continúa al ritmo actual ya no sería pura quimera la meta de 100,000 barriles diarios que se había fijado el gobierno.
La producción actual es tanto más meritoria que hace pocos meses atravesamos una grave crisis causada por el sabotaje al oleoducto y la ocupación de lotes. A diferencia de otras industrias extractivas, como el oro y el cobre, el petróleo tiene la vida contada, porque cada vez es más claro que la humanidad se encamina a una época post-combustibles fósiles. Para llegar a esa conclusión ha sido necesario acercarnos al desastre ecológico, pero también inclinarnos ante el ingenio capaz de producir energías renovables. Esperemos también que sepamos aprovechar los yacimientos de litio, metal necesario para las industrias del futuro. Los jóvenes que llegarán al siglo XXII tomarán partido por una causa que para ellos es un asunto de sobrevivencia. Sobrevivencia propia y sobrevivencia de la vida en el planeta.
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