Por: Tomás Caycho-Rodriguez, docente investigador de la Universidad Privada del Norte (UPN). Los hallazgos buscan ayudar a identificar el número de personas que tienen el riesgo de creer en este tipo de ideas conspirativas sobre las vacunas, para prevenir el desarrollo y disipar las creencias, y así promover estrategias de intervención frente a la COVID-19.
Por Tomás Caycho-Rodriguez, docente investigador de la Universidad Privada del Norte (UPN)
En el Perú, cerca del 20% de la población duda o se rehúsa a la vacunación y esta situación amenaza la salud pública. Una tasa de desaprobación mayor al 10 %, afectaría negativamente los beneficios de la inmunización contra la COVID-19. Las creencias de conspiración son un factor asociado al rechazo de las vacunas. Las personas que creen en ciertas teorías de confabulación son resistentes a cumplir las medidas preventivas para una mejor salud pública.
Frente a esta realidad, se examinó preliminarmente el grado de aceptación a las creencias de conspiración sobre las vacunas, en una muestra conformada por 322 adultos mayores de 18 años con una edad promedio de 34.67 años (DE = 11.2). El informe reportó que alrededor de un 24.8 % y 41.4 % de los encuestados tenía algún grado de acuerdo con las confabulaciones y, alrededor de 25.7 % a 30.8 % estaban indecisos.
El 41.4% de los encuestados consideró que la información sobre la seguridad de las vacunas contra la COVID-19 es falsa. Este resultado es valioso porque es uno de los pilares más importantes de toda estrategia de aceptación de cualquier programa de inmunización.
También se observó que el 46.1% no está de acuerdo con la idea de que ocultan las consecuencias perjudiciales de vacunar a los niños. Si bien esto podría indicar un mayor apoyo a la de los niños, hay que tener en cuenta que, la presencia de algún grado de acuerdo con este tipo de creencia, así sea mínima, podría afectar la salud de los más pequeños.
Los hallazgos buscan ayudar a identificar el número de personas que tienen el riesgo de creer en este tipo de ideas conspirativas sobre las vacunas, para prevenir el desarrollo y disipar las creencias, y así promover estrategias de intervención frente a la COVID-19.
Los funcionarios encargados de formular políticas de salud pública deben intervenir estas creencias erróneas a través de una educación basada en evidencia sobre la seguridad y eficacia de las vacunas. El Gobierno debe ser transparente y disipar las noticias falsas difundidas a través de diferentes medios de información. Los descubrimientos que la ciencia realiza sobre la COVID-19 deben transmitirse de forma receptiva y que induzca emociones, mediante un lenguaje sencillo y entendible.
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