La autoestima depende en gran parte del entorno en el que nos desenvolvemos, por eso, siempre se puede trabajar para mejorarla.
La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos. En resumen, es la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Se forja con las experiencias que tenemos en la infancia y la adolescencia y se solidifica durante la juventud. La autoestima determina nuestra forma de ser y de cómo nos relacionamos con la familia, los amigos, la pareja y otros grupos humanos.
Según la psicóloga española, Silvia Congost, autora de Autoestima Automática, "la autoestima se forma a partir del reconocimiento, la aprobación y el afecto de nuestros padres y aunque un 30% de cómo vemos el mundo proceda de la genética, un 70% depende del entorno, lo que deja un amplio margen para poder cambiar los aspectos menos positivos".
En ese sentido, Congost elaboró un artículo en el que detalla 10 factores que pueden jugarnos en contra cuando se trata de mantener nuestra autoestima alta, además, da algunas alternativas para contrarrestarlos.
La autodesaprobación: Centrarnos solo en lo que hacemos mal no conduce a nada bueno. Lo ideal es buscar los aspectos positivos que tenemos, destacarlos y explotarlos.
Compararnos con los demás: Compararse no es necesariamente malo, pero sí cuando se hace en un sentido de autodesaprobación. Al compararnos deberíamos ser constructivos y emular las actitudes que han llevado a esa persona ha tener éxito. "Comparar a los niños con sus hermanos o primos puede llevarlos a que desarrollen inseguridad", señala Congost.
No fijar nuestros límites: Es decir, no establecer aquello que no estamos dispuestos a soportar. Si bien hay que adaptarse y ser flexible con las pequeñas cosas del día a día, aquello que nos hace sentir mal no debe tener lugar y no debemos aceptarlo nunca.
No ser asertivos: Hay que reflexionar y preguntarnos si queremos o no hacer lo que nos piden. "No nos olvidemos de nosotros mismos porque nos hará infelices. Olvídate del miedo al rechazo o a no agradar al resto, hay que aprender a decir que no con respeto´, explica la autora.
No respetarnos a nosotros mismos: Evita las conductas no constructivas que te hacen sentir mal. Hacer deporte y cuidarnos forman parte de ese respeto que nos debemos.
Rodearnos de personas tóxicas: Hay que evitar la compañía de estas personas. Distanciarse en la medida de lo posible y si es necesario, hay que poner barreras para protegernos.
No responsabilizarnos de nuestras emociones: Cualquier cosa que nos haga sentir mal, aunque esté desencadenada por factores externos, es responsabilidad nuestra ya que de alguna manera la hemos permitido. "Es nuestra responsabilidad hacer un cambio e ir hacia otra dirección si algo nos hace sentir mal".
Establecer relaciones de dependencia emocional: Hacer esto es destructivo. "Hay que reflexionar sobre las cualidades que buscamos en una pareja que nos haga felices y no esforzarnos en intentar cambiar a otro al que ya elegimos siendo de una determinada manera", explica la psicóloga.
No tener objetivos de la vida: Es importante meditar sobre las áreas más importantes de nuestra vida y pensar en cómo queremos que sean en un periodo determinado de tiempo. "Saber en qué consiste nuestra vida y hacia dónde vamos nos evita sentimientos de deriva, pérdida o ansiedad y nos da seguridad y una dirección", afirma Congost.
Cultivar pensamientos negativos de uno mismo: "Cuando hablamos con personas 'tóxicas' se puede sentir cómo sus pensamientos negativos son los originan su malestar", señala Congost. No debemos dejarnos llevar por pensamientos de queja y amargura que no conducen a ningún cambio positivo.
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