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El aburrimiento puede causar enfermedades, afirman

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El aburrimiento prolongado nos priva de una sensación de placer natural y esto a su vez tiene insospechados efectos en nuestra salud.

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En unos días el Directorio de Operaciones y Exploración Humana de la Nasa dará por finalizada la misión 2013 iniciada en Hawaii que busca probar el comportamiento de seis personas en condiciones de extremo aislamiento, pero, sobre todo, de aburrimiento.

El tedio parece un tema muy menor. Pero su relevancia es tanta, que un reciente artículo publicado por The New York Times coloca al aburrimiento como una de las causas que podrían hacer fracasar una misión a Marte.

Investigaciones han probado que el aburrimiento que naturalmente se produce durante la enorme cantidad de tiempo que duran las misiones espaciales incide a tal nivel en el comportamiento de los astronautas, que incluso puede aumentar sus conductas de riesgo y hacer que pierdan la concentración hasta límites peligrosos.

De hecho, las investigaciones realizadas en estas condiciones extremas han servido para explicar el comportamiento de las personas bajo los efectos del tedio.

Pero aburrirse, hasta cierto punto, es bueno. No sólo promueve la creatividad (el cerebro se ve obligado a buscar alternativas para salir de un estado que le resulta incómodo), sino que también representa un “descanso” necesario para la mente, que aprovecha de desconectarse de las tareas cotidianas y dedicarle tiempo a la resolución de otros problemas. El problema surge cuando el tedio se manifiesta de forma exacerbada y prolongada.

En esos momentos, las personas dejan de leer señales claves en el ambiente, independiente de que éstas sean un auto a alta velocidad o una taza con café hirviendo a punto de caer, dice Sheryl Bishop, directora del Laboratorio de Biocomportamiento de la U. de Texas en Galveston.

El riesgo es inminente y lo peor es que nunca se sabe cuándo estamos frente a demasiado aburrimiento.  Lo que sí está claro es que se ha tocado techo cuando la persona empieza a desconcentrarse en extremo y a experimentar estrés.

El aburrimiento prolongado nos priva de una sensación de placer natural. Cuando nos encontramos frente a una situación nueva e interesante, el cerebro libera dopamina, el neurotransmisor relacionado con la sensación de bienestar y la intensidad de las recompensas.

Coincidentemente, según un estudio de 2007, publicado en el Journal of Sport Behavior, la gente con niveles naturalmente más bajos de dopamina requiere de una mayor cantidad de “novedades” para estimular su cerebro y obtener recompensa, lo que hace que aumente su propensión a asumir conductas riesgosas, que, en general, son novedosas para la mayoría de la gente.

El problema está en que no sólo a las personas que naturalmente generan menos dopamina puede ocurrirles esto, sino a todos aquellos que se sienten demasiado aburridos y por mucho tiempo. Todo, incluso el riesgo, le suena bien al cerebro con tal de obtener placer.

El tedio también nos vuelve menos capaces de alcanzar la plena concentración, como detalló un estudio de la Universidad York, en Canadá, y publicado en Perspectives on Psychological Science.

La culpa la tiene el estrés que ocasiona. “Cuando la gente está en un estado mental negativo, aburrida, desanimada o deprimida, sabemos que eso causa problemas de atención”, ha señalado John Eastwood, el autor del estudio. “Sabemos que cuando la gente está estresada, es más difícil poner atención en un nivel básico y fundamental”.

Y como cualquier tipo de estrés, el aburrimiento impacta sobre la corteza prefrontal, el área involucrada en la memoria de trabajo, que es la que nos permite la cognición necesaria para desarrollar una determinada actividad.

El estrés prolongado es el responsable de la producción de varias hormonas, como el cortisol y las catecolaminas, que aumentan la glicemia y la resistencia a la insulina, lo que a la vez conduce a un mayor riesgo de infartos.

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