A lo largo de nuestras vidas, todos experimentamos la presencia de gases en el sistema digestivo, pero ¿en qué momento deben ser motivo de alarma?
Los gases o flatulencias son una parte natural de la digestión, pero todos nos hemos preguntado alguna vez si lo que experimentamos es realmente común o si debería preocuparnos. A pesar de que todos pasamos por momentos incómodos con la hinchazón o el exceso de gases, no siempre sabemos cuándo estos síntomas pueden ser señal de un problema más serio. ¿Cómo podemos diferenciar entre lo que es normal y lo que no lo es?
En el programa Encendidos, la nutricionista Sara Abu Sabbah explicó que la expulsión de gases es un proceso natural que ocurre por dos razones principales. La primera es la ingestión de aire a través de la boca. Ya sea al comer, hablar o respirar, constantemente estamos aspirando aire que, una vez dentro del cuerpo, debe ser expulsado. Este aire extra se libera, ya sea a través de eructos o, en su mayoría, por el recto. La segunda causa es la digestión en el intestino grueso. Algunos alimentos contienen componentes que el cuerpo no puede digerir por completo, por lo que pasan al intestino grueso, donde las bacterias los fermentan, generando gases.
Es importante señalar que, según diversos estudios, la expulsión de gases es completamente normal cuando ocurre entre 10 y 20 veces al día. Este rango está dentro de lo esperado en un proceso digestivo saludable y no debería ser motivo de preocupación.
Sin embargo, cuando el olor de los gases es excesivamente fuerte, desagradable y constante, podría ser una señal de que algo no está funcionando bien en el organismo. Si bien es normal que los gases tengan cierto olor debido a la presencia de componentes como el metano, que tiene un aroma algo intenso, un olor muy fétido puede indicar un desequilibrio en las bacterias intestinales. En estos casos, podría tratarse de un trastorno como el síndrome de intestino irritable. Además, algunas personas con problemas de tolerancia alimentaria, como los intolerantes a la lactosa, pueden experimentar gases más fuertes y desagradables debido a la fermentación de ciertos alimentos no digeridos correctamente en el intestino.
En suma, hay ciertos indicadores que pueden ayudarte a saber si los gases que experimentas no son normales. Primero, si la expulsión de gases supera las 20 veces al día, podría ser una señal de alerta. Segundo, si la hinchazón provocada por los gases es dolorosa y molesta, es un síntoma que no debe ignorarse. Además, un olor fétido muy fuerte en los gases es otro indicador de que algo no está funcionando bien en tu sistema digestivo. En estos casos, lo más recomendable es consultar a un gastroenterólogo para descartar posibles problemas de salud.
Es importante entender que dentro de los alimentos existen componentes que pasan por un proceso de fermentación en el intestino, y la cantidad de gases generados depende en gran medida de las bacterias presentes en tu sistema digestivo. Esto significa que ciertos alimentos pueden fermentar más o menos, pero no necesariamente indican que el alimento te haya caído mal. La cantidad de gases que se producen no está tanto relacionada con el alimento en sí, sino con cómo las bacterias en el intestino grueso fermentan esos componentes.
Asimismo, es fundamental tener en cuenta que ciertos hábitos cotidianos pueden incrementar la cantidad de gases en el cuerpo. Por ejemplo, tragar aire mientras se come es una de las principales causas de la acumulación de gases, ya que el aire adicional tiene que ser expulsado. Además, actividades como masticar chicle, usar cañitas para beber o comer demasiado rápido también contribuyen a la ingesta de aire, lo que aumenta la cantidad de gases en el sistema digestivo.
Una recomendación útil a la hora de comer es hacerlo de manera pausada y consciente. Para ello, es importante cortar un bocado del alimento con el cubierto, llevarlo a la boca sin aspirar aire, cerrar la boca y masticar con ella cerrada. Luego, es ideal soltar el cubierto y esperar a terminar de masticar y tragar el bocado antes de volver a tomar el cubierto y cortar otro pedazo. Este hábito no solo mejora la digestión, sino que también ayuda a evitar la ingesta excesiva de aire, reduciendo así la posibilidad de generar gases.
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