Por primera vez en la historia de la medicina, un equipo de cirujanos ha logrado trasplantar con éxito una vejiga humana. Este hito marca un avance significativo en el tratamiento de enfermedades urológicas graves. ¿Qué hizo posible que esta cirugía se convirtiera en una realidad? El doctor Elmer Huerta lo explicó en Espacio Vital.
Hasta ahora, los pacientes con enfermedades graves de la vejiga solían enfrentar opciones muy limitadas y poco cómodas. En la mayoría de los casos, se les extirpaba la vejiga y, en su lugar, se construía con una parte del intestino una especie de reservorio para drenar la orina. Esto implicaba que el paciente debía llevar una bolsa de plástico adherida al abdomen por donde orinaba.
En otros casos, los médicos recurrían a la creación de una neovejiga, una vejiga artificial que se inserta dentro del cuerpo y se conecta a la uretra, permitiendo al paciente orinar de manera más natural. Sin embargo, estas neovejigas presentan un riesgo de infecciones y pueden causar numerosos problemas en el paciente.
Frente a este panorama, un equipo de cirujanos de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, ha marcado un hito en la medicina al realizar el primer trasplante de vejiga humana de la historia. Este avance representa una esperanza para las personas que padecen afecciones debilitantes de la vejiga.
No obstante, este logro no fue inmediato. Para poder llevar a cabo esta intervención sin precedentes, los cirujanos dedicaron cinco años a un riguroso proceso de investigación. Comenzaron con experimentos en cadáveres, luego pasaron a pruebas en animales y finalmente realizaron estudios en seres humanos con muerte cerebral para evaluar la viabilidad del trasplante. Todo este esfuerzo culminó a principios del mes pasado, cuando apareció Óscar Larrainzar, un paciente de 41 años que había perdido gran parte de la capacidad de su vejiga debido a los tratamientos para una forma rara de cáncer de vejiga.
Los médicos consideraron que Larrainzar era el candidato ideal para este nuevo procedimiento. Antes de la operación, le explicaron los riesgos, incluyendo la posibilidad de rechazo del órgano y, en el peor de los casos, la muerte. A pesar de ello, Larrainzar aceptó y se sometió a la intervención, que no solo fue un trasplante de vejiga, sino también de riñón, en lo que se convirtió en un doble trasplante. Para sorpresa de los especialistas, una vez que ambos órganos fueron conectados, el cuerpo de Larrainzar respondió de manera óptima: su nivel de creatinina, que mide la función renal, comenzó a mejorar de inmediato.
Lo más interesante ocurrió pocos días después de recibir el alta. A Larrainzar le retiraron el catéter, le administraron líquidos y, para asombro de los médicos, él sintió que podía orinar. Esto fue especialmente sorprendente, ya que en un trasplante de vejiga no se restauran las conexiones nerviosas, lo que normalmente impide que el paciente pueda sentir la vejiga llena o controlar la micción de forma natural. Sin embargo, Larrainzar logró hacerlo, lo que abre una nueva puerta para el tratamiento de enfermedades urológicas.
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