Además de encuentros casuales, en Tinder también se pueden dar verdaderas historias de amor virtuales.
Vivían a cuatro cuadras, y jamás se hubieran conocido de no ser por Tinder. Oriana Cicconi Dammert y Anggelo Ocaña Migone son una pareja de jóvenes esposos que le deben su unión a una aplicación de citas casuales. Su historia es la excepción que confirma la regla: en un mundo donde todos se buscan para perderse, ellos se encontraron para quedarse.
“Yo usé Tinder por 11 meses, y era una relación de amor y odio. Salí con varios chicos, pero no me convencían. Hasta que conocí a Anggelo. Fue raro, porque en sus fotos salía con su mamá y sus hermanas. Dije ¡No! ¡Un hijito de mamá! Pero luego lo pensé y dije ¡Ven acá gringo! Y resultó que era de Pueblo Libre”.
Y es que a primera vista Anggelo confunde. Es muy alto para ser peruano, además de tener una barba frondosa al estilo americano. Él tenía muchos intereses en común con Oriana; tantos que la primera vez que se encontraron conversaron por ocho horas seguidas. “Nosotros creemos que ya nos conocemos de otra vida y que simplemente nos hemos vuelto a encontrar. Nunca me había pasado antes. A los cinco meses empezamos a convivir y un tiempo después nos casamos”, nos comenta Anggelo.
¿Y sus cuentas de Tinder? Decidieron cerrarlas definitivamente luego de un tiempo. “¿Ya para qué? Ya estamos juntos y ya encontramos lo que buscábamos” nos dicen ambos convencidos. Pero ese no es el caso de los miles de usuarios peruanos de Tinder.
El cupido virtual
La aplicación que unió a Oriana y Anggelo genera cinco millones de interacciones en Perú y 26 millones de uniones al día en 196 países. Las principales ciudades donde se usa Tinder en Perú son Lima –especialmente en el distrito de Miraflores- y Arequipa. La empresa calcula que hasta la fecha se han realizado 11 mil millones de “matches”, o uniones entre personas que se gustan mutuamente. En la mayoría de los casos, se usa Tinder para encuentros casuales y puntuales.
Jesús Veliz, especialista en tecnología, detalla que la magia de Tinder es la simpleza y la precisión con la que logró lo que no pudieron los complicados algoritmos de las páginas de citas: hacer que las personas que se gusten, se encuentren. “Gracias a la geo localización tu puedes llegar a una ciudad y ver los perfiles de las personas que quieren conocer gente con fines románticos. Ves quiénes están cerca de ti y, si tienen intereses en común, se gustan y así lo deciden, se encuentran.”
¿En qué radica el éxito de Tinder? El psicólogo Christian Martínez explica que las personas que usan esta aplicación constantemente buscan entrar en un círculo constante de flirteo, repetir la emoción del primer encuentro una y otra vez.
“Al ver una persona nueva que nos gusta, nuestro cerebro libera dopamina y serotonina, sustancias químicas que nos hacen entrar en euforia, estar concentrados en la otra persona, tener más energía y estar motivados para conquistar al otro. Sin embargo, luego de conocer mejor a la potencial pareja, empezamos a ver sus defectos y cómo es realmente. Las personas que usan este tipo de aplicaciones tienden a quedarse solo con la primera parte del enamoramiento: la atracción, la emoción del momento. Cuando pasa esta etapa, deslizan el dedo y aparece una nueva persona.”
Asimismo, Tinder también es una forma de reforzar nuestra autoestima. Saber que le gustamos a varias personas refuerza la idea de que somos deseados ante los ojos de los demás, así nosotros pongamos en duda nuestra imagen, nos explica el especialista.
Pero no todo es color rosa en el amor virtual. Podemos estar llenando vacíos emocionales con estas pasiones pasajeras. Martínez nos da consejos para usar Tinder y no comprometer nuestra salud mental. “Debemos de tomarnos con calma esta aplicación. Darle la importancia que tiene, si las cosas no salen como esperamos no tenemos por qué frustrarnos. Además, debemos tener en cuenta que la mayoría de las personas entran para tener encuentros casuales, por lo que no es bueno hacerse ilusiones. Siempre es recomendable coordinar encuentros en lugares públicos, y si nos sentimos incómodos por alguna razón siempre podemos despedirnos con cortesía y retirarnos”, finaliza el psicólogo.
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