La proliferación de rejas en la ciudad responde a una sensación de vulnerabilidad de los vecinos. Sin embargo, cerrar las calles también genera inconvenientes
En Lima hace varios años se ha vuelto algo común toparse con calles e incluso barrios enteros rodeados de rejas en todos su accesos por decisión de sus vecinos. En el 2010, un estudio de la Asociación de Consumidores y Usuarios (ASPEC) evidenció que el 91% de esas rejas no contaban con autorización de la Municipalidad de Lima. Siete años han pasado desde aquel estudio y la realidad sigue siendo la misma. Distritos como Ate, San Miguel, Chorrillos y la Molina concentran la mayor cantidad de calles enrejadas. En ellos, es habitual que urbanizaciones enteras queden entre rejas, con apenas uno o dos accesos habilitados.
Aunque la decisión de restringir el tránsito en una vía pública no debería adoptarse sin autorización municipal, las autoridades suelen ser tolerantes con esta práctica. Es la consecuencia del incremento dramático de los delitos contra el patrimonio en toda la ciudad, no solo los robos y asaltos callejeros, sino también los robos en el interior de los domicilios. Cerrar las calles responde a una comprensible necesidad de reforzar la protección contra los ladrones, sin embargo, es necesario considerar también los inconvenientes que esta práctica genera.
Uno de los principales problemas es que las rejas dificultan la movilización de vehículos de emergencia tales como ambulancias, patrulleros y camiones de bomberos. Por ese motivo, cuando se considera la instalación de una reja es necesario considerar que esta pueda, al menos, permitir el ingreso de este tipo de unidades, incluso las de mayor tamaño.
Ojo a la norma. Es preciso, además, tomar en cuenta lo que dicen las normas municipales sobre las rejas. La ordenanza 690 de la Municipalidad de Lima Metropolitana, que las regula, establece que las rejas deben lucir siempre su número de autorización y estar siempre abierta al tránsito de vehículos o peatones. Esto implica que siempre debe haber un vigilante que permita el acceso y no está prohibido pedir documentos para permitir el ingreso. Esto quiere decir que, en la práctica, las rejas solo deberían cerrarse en situaciones de peligro. Basta con hacer un recorrido por la ciudad para constatar que esta normativa no suele cumplirse.
Más allá de la normativa, las rejas ofrecen más seguridad a los vecinos de una zona siempre que estén adecuadamente administradas. Esto quiere decir que cuenten con una vigilancia constante y mantenimiento cada vez que se requiera. Pero aún así no son un sistema infalible. Los delincuentes pueden encontrar maneras de burlarlas, por ejemplo, haciéndose pasar por vecinos o amenazando al personal que las vigila.
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