Lo nuevo de Alfonso Cuarón nos presenta un drama inspirado en su vida, filmado con sobriedad mediante el uso de una fotografía en blanco y negro, capaz de transmitir una sensación de nostalgia.
Los Globos de Oro 2019 podrían premiar a México nuevamente. “Roma”, el reciente trabajo de Alfonso Cuarón que se acaba de estrenar en Netflix, es una película notable, sobresaliente por su puesta en escena. El director de “Y tu mamá también” y “Gravedad” nos presenta un drama inspirado en su vida, filmado con sobriedad mediante el uso de una fotografía en blanco y negro, capaz de transmitir una sensación de nostalgia.
Si bien realizar una película tan personal corre el riesgo de sacar a relucir el lado más narcisista de un director, Cuarón se aleja de ello para regalarnos una obra sencilla, sin pretensiones, utilizando recursos mínimos para retratar los episodios vividos de su personaje principal y sus conflictos personales.
Este film nos remonta a los años 70 y relata la historia de Cleo (Yalitza Aparicio), una joven empleada doméstica que trabaja para una familia de clase media que vive en la colonia “Roma”, ubicada en Ciudad de México. Desde el inicio, Cuarón quiere mostrarnos la vida laboral de ella a través de planos detalles: atiende el desorden diario del hogar, lava la ropa, juega con los niños. Pero también filma su presencia casi fantasmal, como en las escenas grupales, donde suele aparecer a un lado o detrás de los demás personajes. A pesar de ello, Cleo es el centro de todo.
Por otro lado, “Roma” también registra, aunque de manera secundaria, a Sofía (Marina de Tavira), la madre de familia. Si bien su hogar está conformado por sus cuatro hijos y su madre, la soledad se apodera de ella gracias a los problemas que tiene con su esposo, lo que conllevará a un evidente desenlace.
Pese a que las dos sufren situaciones similares, los mundos son distintos. Y eso se refleja en los ambientes marcados por Cuarón desde los primeros minutos: mientras en el hábitat de Sofía —su casa— las tomas son dinámicas gracias a los travellings laterales, los ruidos recurrentes y una facilidad para la circulación de la cámara, en el cuarto de Cleo el lente se mantiene estático, ocupado en captar el susurro de los personajes y la ausencia de luz. Su único espacio libre es la calle y, claro, la azotea, lugar donde lava la ropa y puede “estar muerta”.
Un detalle que se repite en la escena de año nuevo, donde los “patrones” están celebrando y los “empleados” disfrutan en el fondo de la finca. Estos acontecimientos, sin duda, pueden generar polémica por tener un tufillo clasista, aunque se nota que Cuarón buscó retratar los problemas de esa época, diferencias que para nuestra mala suerte aun no desaparecen por completo.
Los mejores momentos de “Roma” se filman fuera de la casa, pues el drama se potencia, se torna más notorio. Allí están escenas como las de Cleo topándose con una infidelidad mientras lleva al cine a los niños, o la “Matanza del Jueves de Corpus” que apresura el alumbramiento, o el plano secuencia en la playa, casi al final de la película: todas ellas registradas con precisión, evitando dilatar los tiempos y con desenlaces sorpresivos. Y precisamente, sobre la última, se concentra el papel que juega Cleo en la familia. Aunque, después de todo, la vida continúe y todo transcurra con absoluta normalidad.
Comparte esta noticia