La calidad de la democracia se está deteriorando de manera acelerada en el Perú y en América Latina. A esta conclusión llega la revista The Economist en su reciente estudio sobre los distintos regímenes políticos a nivel global. El Democracy Index clasifica el rango o nivel democrático de 167 países, analizándolos a través de cinco categorías: i) proceso electoral y pluralismo; ii) libertades civiles; iii) funcionamiento del gobierno; iv) participación política y; v) cultura política.
En función a los resultados de las cinco categorías señaladas, el semanario británico cataloga a los países de la siguiente manera: a) países con democracia plena; b) países con democracia imperfecta o defectuosa; c) países con regímenes híbridos y; d) países con regímenes autoritarios.
Para The Economist, en un país con democracia plena se respetan las libertades políticas y civiles básicas. A su vez, el gobierno tiene estándares altos de funcionamiento, los medios son independientes y plurales, existe un sistema eficaz de pesos y contrapesos, donde el poder judicial es autónomo y sus decisiones son acatadas. Países con democracias plenas son Noruega, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Islandia, por mencionar algunos.
Por otra parte, un país con una democracia defectuosa se caracteriza por tener elecciones libres y justas, a pesar de que exista cierta prensa parcializada. Y si bien se respetan las libertades civiles básicas, existen debilidades significativas en otros aspectos de la democracia, como problemas de gobernabilidad, un cultura política embrionaria y bajos niveles de participación política. Algunos ejemplos son Estados Unidos de América, Israel, Polonia, Rumania y República Checa.
The Economist define a los países híbridos como aquellos con serias irregularidades durante los procesos electorales. No obstante, un rasgo distintivo de este tipo de países es la poca capacidad del gobierno, la corrupción generalizada, un poder judicial con bajos niveles de autonomía, una sociedad civil precaria, y el acoso a la libertad de prensa. Algunos ejemplos son Ucrania, Bangladesh, Nepal y Armenia.
Seguidamente tenemos los regímenes autoritarios, donde el pluralismo político está ausente o es muy limitado. Muchos países en esta categoría son dictaduras absolutas. Las elecciones, si ocurren, no son libres ni justas. Los medios suelen ser de propiedad estatal o estar controlados por el régimen. Existe censura y represión cuando se critica al gobierno. Finalmente, no hay un poder judicial independiente. Ejemplos de esta categoría son Rusia, Argelia, Egipto y Qatar.
Sobre nuestra región, The Economist afirma que solamente el 1,3% de los latinoamericanos viven una democracia plena (Uruguay y Costa Rica). A su vez, que existen cuatro regímenes autoritarios: Haití, Nicaragua, Cuba y Venezuela. El resto de nosotros habitamos en países con democracias defectuosas o híbridas. The Economist subraya que nuestra región sufrió la “mayor rebaja” en su democracia desde el 2006, año en que empezó a publicar el Índice.
El 2021 el semanario británico rebajó el estatus de Ecuador, México y Paraguay que pasaron de democracias defectuosas a regímenes híbridos. De igual forma, el estudio muestra mucha preocupación por la involución que se ve en el Brasil de Jair Bolsonaro y en el Salvador de Nayib Bukele.
Por otra parte, la evaluación que hace The Economist sobre la democracia peruana debería encender todas las alarmas, ya que es el país que está a un paso de caer de la democracia defectuosa al régimen híbrido. El índice nos ubica en la posición 77 de 167 países y en América Latina somos superados por Uruguay, Costa Rica, Chile, Trinidad y Tobago, Jamaica, Brasil, Panamá, Suriman, Argentina, Colombia, República Dominicana y Guyana. De la evaluación, el indicador más bajo tiene que ver con el “funcionamiento del gobierno”, donde se nos da una calificación de 5 sobre 10, uno de los peores valores de toda la región.
A manera de conclusión, el Democracy Index reitera una vez más lo que otros estudios internacionales han reseñado, que la calidad de la institucionalidad democrática en nuestro país está en cuidados intensivos. Es el momento para que la sociedad civil, la academia y el gobierno aborden este problema.
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